SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
Adiós cultura mi señora
Eugenio Montale
No nos pidas
Del brazo tuyo
Margarita Guidacci
La caracola
Giacomo Leopardi
El infinito
Sibilla Aleramo
He vuelto a ser bella
Quemo mi vida
Salvatore Quasimodo
Hombre de mi tiempo
Pier Paolo Pasolini
Balada de las madres
María Luisa Spaziani
Los dragones agonizando
Dacia Maraini
Noche de fin de año en el hospital
Maelia Rosselli
Si yo quería
Mario Luzi
Nada de lo que sucede
Umberto Saba
El deseo
Dino Campana
La quimera
Cesare Pavese
Siempre vienes del mar
Giuseppe Ungaretti
La piedad
Alda Merini
Yo quisiera
Mario Luzi
Cuánta vida
Italo Calvino
Más allá del puente
Cesare Pavese
Vendrá la muerte
Salvatore Quasimodo
Y de repente la noche
Adelanto del libro
“ANTOLOGÍA POÉTICA”
de Miguel Oscar Menassa
Murmuraciones del poeta
Flamenco, Tango y Poesía: Soy el cantor
 
Descargar nº 151
en PDF

PIER PAOLO PASOLINI

Italia, 1922

BALADA DE LAS MADRES

Me pregunto qué madres habéis tenido.
Si os vieran ahora, trabajando
en un mundo para ellas desconocido,
presos en un ciclo siempre inacabado
de experiencias tan distintas de las suyas,
¿qué mirada tendrían sus ojos?

Si estuvieran allí mientras escribís
vuestro artículo, conformistas y barrocos,
o lo entregáis a redactores vendidos
a cualquier compromiso, ¿entenderían quiénes sois?
Madres viles, que llevan en sus rostros el temor antiguo,
ese que, como una enfermedad,
deforma los rasgos en un blancor
de niebla, los aleja del corazón,
los encierra en el viejo rechazo moral.

Madres viles, pobrecitas, preocupadas
de que sus hijos conozcan la vileza
para pedir un empleo, para ser prácticos,
para no ofender almas privilegiadas,
para defenderse de cualquier piedad.

Madres mediocres, que aprendieron
con humildad de niñas, de nosotros,
un único, desnudo significado,
con almas en las que el mundo está condenado
a no dar ni dolor ni alegría.

 


Danza del encuentro de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 50x50 cm.


Escondida en el bosque de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 50x50 cm.

Madres mediocres, que jamás tuvieron
para vosotros más palabras de amor
que la de un amor sórdidamente mudo,
de bestia, y en él os criaron
impotentes ante los reales deseos del corazón.

Madres serviles, acostumbradas desde hace siglos
a agachar sin amor la cabeza,
a transmitir a su feto
el antiguo vergonzoso secreto
de conformarse con las sobras de la fiesta.

Madres serviles, que os han enseñado
cómo puede el siervo ser feliz
odiando a quien, igual que él, está atado,
cómo puede ser beato traicionando,
y seguro, haciendo lo que no dice.

Madres feroces, ocupadas en defender
lo poco que, como burguesas, poseen,
la normalidad y el salario,
casi con la rabia de quien se venga
o se siente acorralado en un absurdo asedio.

Madres feroces, que os dijeron:
¡Sobrevivid! ¡Pensad sólo en vosotros!
¡No sintáis jamás piedad o respeto
por nadie, guardad en el pecho
vuestra integridad de buitres!

¡Ahí tenéis, viles, mediocres, siervas,
feroces, a vuestras pobres madres!
Sin ninguna vergüenza de saberos
-en vuestro odio- incluso altivos
en este valle de lágrimas.
Así es como os pertenece este mundo:
hermanados en pasiones opuestas,
o patrias enemigas, por el profundo rechazo
a ser distintos, a responder
del dolor salvaje de ser hombres.

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA