DINO CAMPANA
Italia, 1885 |
LA QUIMERA
No sé si entre rocas tu pálido
rostro se me apareció, o sonrisa
de lejanías ignoradas
fuiste, pendiente de marfil
frente fulgente oh joven
hermana de la Gioconda:
oh de las primaveras
muertas, por tu mítica palidez
oh reina oh reina adolescente:
mas por tu desconocido poema
de placer y dolor
música niña exangüe,
marcado con una línea de sangre
en el círculo de los labios sinuosos,
reina del mediodía:
mas por la virgen cabeza
inclinada, yo poeta nocturno
velé las estrellas vivas en los mares del cielo,
yo por tu dulce misterio
yo por ponerte taciturna.
No sé si la pálida llama
fue de los cabellos el viviente
signo de tu palidez,
no sé si fue un dulce vapor,
dulce sobre mi dolor,
sonrisa de un rostro nocturno:
miro las blancas rocas los mudos manantiales de los vientos
y la inmovilidad de los firmamentos
y los henchidos arroyos que van llorando
y las sombras del trabajo humano encorvadas
allá en las colinas heladas
y aún por tiernos cielos lejanas claras sombras fluyentes
y aún te llamo te llamo Quimera.
Traducción: Marco Casavecchia

Humo de grito y canto de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 27x41 cm.
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CESARE PAVESE
Italia, 1908 |
SIEMPRE VIENES DEL MAR
Siempre vienes del mar
y tienes su voz ronca,
siempre tienes ojos secretos
de agua viva entre las zarzas,
y frente baja, como
cielo bajo de nubes.
A cada paso revives
como una cosa antigua
y salvaje, que el corazón
ya sabía y se cierra.
Cada vez es un desgarro,
cada vez es la muerte.
Nosotros siempre combatimos.
Quien se decide a golpear
ha saboreado la muerte
y la lleva en la sangre.
Como buenos enemigos
que ya no se odian
nosotros tenemos una misma
voz, una misma pena
y vivimos enfrentados
bajo un pobre cielo.
Entre nosotros no insidias,
no inútiles cosas -
combatiremos siempre.
Combatiremos aún,
combatiremos siempre,
porque buscamos el sueño
de la muerte juntos,
y tenemos voz ronca
frente baja y salvaje
y un idéntico cielo.
Fuimos hechos para esto.
Si tú o yo cedemos al golpe,
sigue una larga noche
que no es paz o tregua
y no es muerte verdadera.
Tú ya no estás. Los brazos
se debaten en vano.
Mientras nos tiemble el corazón.
Han dicho uno de tus nombres.
Recomienza la muerte.
Desconocida y salvaje
has renacido del mar.
Traducción: José Palacios
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