SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
Adiós cultura mi señora
Eugenio Montale
No nos pidas
Del brazo tuyo
Margarita Guidacci
La caracola
Giacomo Leopardi
El infinito
Sibilla Aleramo
He vuelto a ser bella
Quemo mi vida
Salvatore Quasimodo
Hombre de mi tiempo
Pier Paolo Pasolini
Balada de las madres
María Luisa Spaziani
Los dragones agonizando
Dacia Maraini
Noche de fin de año en el hospital
Maelia Rosselli
Si yo quería
Mario Luzi
Nada de lo que sucede
Umberto Saba
El deseo
Dino Campana
La quimera
Cesare Pavese
Siempre vienes del mar
Giuseppe Ungaretti
La piedad
Alda Merini
Yo quisiera
Mario Luzi
Cuánta vida
Italo Calvino
Más allá del puente
Cesare Pavese
Vendrá la muerte
Salvatore Quasimodo
Y de repente la noche
Adelanto del libro
“ANTOLOGÍA POÉTICA”
de Miguel Oscar Menassa
Murmuraciones del poeta
Flamenco, Tango y Poesía: Soy el cantor
 
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SIBILLA ALERAMO

Italia, 1876

HE VUELTO A SER BELLA

He vuelto a ser bella
y quizá sea éste mi último otoño.
Más bella que cuando le gusté en el sol,
bella y vana a sus ausentes ojos,
como una hoja de sombra.
Pero algunas noches,
en el silencio que ya no turba el llanto,
invocada me siento
con desesperada sed
por su boca lejana.

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QUEMO MI VIDA

Si me muevo, si me levanto,
todo se desvanece, todo se congela.
Pero si me quedo así tendida,
con los ojos cerrados, los labios aureolados de brasas,
el ardor de mi palma sobre el latido de mi garganta,
quemo mi vida, quemo mi vida,
mi sangre se consume en mis venas,
siento que se consume
sólo en el recuerdo de otra sangre,
de una voluptuosidad dada y probada,
del amor lejano
que quizá no reencontraré.

 

Traducción: Marco Casavecchia


Atravesando el laberinto de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 50x50 cm.


En trasatlántico poderoso de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 50x50 cm.

SALVATORE QUASIMODO

Italia, 1901

HOMBRE DE MI TIEMPO

Hombre de mi tiempo, eres aún aquel
de la piedra y la honda. Estabas en la carlinga
con las alas malignas, los cuadrantes de muerte
-te vi- dentro del carro de fuego, en las horcas,
en las ruedas de tortura. Te vi: eras tú,
con la ciencia precisa dispuesta para el exterminio,
sin amor, sin Cristo. Has matado de nuevo,
como siempre, como tus padres mataron, como mataron
los animales que te vieron por vez primera,
y huele esta sangre como la de aquel día
en el que el hermano dijo a otro hermano:
"Vamos al campo". Y aquel eco frío, tenaz,
llegó a ti, y llegó a tu jornada.
Olvidad, oh hijos, las nubes de sangre
que ascienden de la tierra, olvidad a los padres:
sus tumbas se hunden en el cenizal,
los pájaros negros, el viento, cubren sus corazones.

 

Traducción: Marco Casavecchia

 

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NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA