EUGENIO MONTALE
Italia, 1896 |
NO NOS PIDAS
No nos pidas la palabra que ciña cada lado
de nuestro ánimo informe, y con letras de fuego
lo manifieste espléndido como flor de azafrán
extraviada en el medio de un polvoriento prado.
¡Ah los hombres seguros que se van,
en paz con los demás y consigo mismo,
ajenos a las sombras que el bochorno
estampa encima de una tapia en ruinas!
No nos pidas la fórmula que un mundo pueda abrirte,
sí apenas una sílaba reseca como un leño.
Hoy tan sólo esto podemos decirte:
lo que no somos, lo que no deseamos.
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DEL BRAZO TUYO
Del brazo tuyo he bajado por lo menos un millón de escaleras
y ahora que no estás cada escalón es un vacío.
También así de breve fue nuestro largo viaje.
El mío aún continúa, mas ya no necesito
los trasbordos, los asientos reservados,
las trampas, los oprobios de quien cree
que lo que vemos es la realidad.
He bajado millones de escaleras dándote el brazo
y no porque cuatro ojos puedan ver más que dos.
Contigo las bajé porque sabía que de ambos
las únicas pupilas verdaderas, aunque muy empañadas
eran las tuyas.
Traducción: Marco Casavecchia
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MARGARITA GUIDACCI
Italia, 1921 |
LA CARACOLA
No te pertenezco, a pesar de que en la palma
de tu mano ahora reposo, caminante;
ni a la arena de la que me recogiste,
donde yacía largamente antes
de que a tus ojos se ofreciera mi forma admirable.
Yo, compañera de ágiles peces y algas,
cobré vida en el seno de las libres olas.
Y no el odio, ni el olvido,
sino la amarga tempestad me separó de ellas.
Por eso se lamenta en mí la antigua patria y murmura
asiduamente y suspira mi alma marinera,
mientras mantienes en tu mano mi secreto,
y asombrado acercas tu oído extranjero.
Traducción: Dolores Ramirez Almazan
y Mercedes Arriaga Florez
GIACOMO LEOPARDI
Italia, 1798 |
EL INFINITO
Amé siempre esta colina,
y el cerco que me impide ver
más allá del horizonte.
Mirando a lo lejos los espacios ilimitados,
los sobrehumanos silencios y su profunda quietud,
me encuentro con mis pensamientos,
y mi corazón no se asusta.
Escucho los silbidos del viento sobre los campos,
y en medio del infinito silencio tanteo mi voz:
me subyuga lo eterno, las estaciones muertas,
la realidad presente y todos sus sonidos.
Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:
y naufrago dulcemente en este mar.
Traducción: Marco Casavecchia
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