SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
Adiós cultura mi señora
Eugenio Montale
No nos pidas
Del brazo tuyo
Margarita Guidacci
La caracola
Giacomo Leopardi
El infinito
Sibilla Aleramo
He vuelto a ser bella
Quemo mi vida
Salvatore Quasimodo
Hombre de mi tiempo
Pier Paolo Pasolini
Balada de las madres
María Luisa Spaziani
Los dragones agonizando
Dacia Maraini
Noche de fin de año en el hospital
Maelia Rosselli
Si yo quería
Mario Luzi
Nada de lo que sucede
Umberto Saba
El deseo
Dino Campana
La quimera
Cesare Pavese
Siempre vienes del mar
Giuseppe Ungaretti
La piedad
Alda Merini
Yo quisiera
Mario Luzi
Cuánta vida
Italo Calvino
Más allá del puente
Cesare Pavese
Vendrá la muerte
Salvatore Quasimodo
Y de repente la noche
Adelanto del libro
“ANTOLOGÍA POÉTICA”
de Miguel Oscar Menassa
Murmuraciones del poeta
Flamenco, Tango y Poesía: Soy el cantor
 
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GIUSEPPE UNGARETTI

Egipto, 1888

LA PIEDAD

1

Soy un hombre herido.
Y yo quisiera irme
y llegar finalmente,
piedad, a donde se escucha
al hombre que está sólo consigo.
No tengo más que soberbia y bondad.
Y me siento exilado en medio de los hombres.
Mas por ellos estoy en pena.
¿No sería digno de volver a mí?
He poblado de nombres el silencio.
¿He hecho pedazos corazón y mente
para caer en servidumbre de palabras?
Reino sobre fantasmas.
Hojas secas,
alma llevada aquí y allá...,
No, odio el viento y su voz
de bestia inmemorable.
Dios, ¿aquéllos que te imploran
no te conocen más que de nombre?
Me has arrojado de la vida:
¿me arrojarás de la muerte?
Quizá el hombre también es indigno de esperanza.
¿Hasta la fuente del remordimiento está seca?
El pecado, qué importa
si ya no conduce a la pureza.
La carne apenas recuerda
que tuvo fuerza una vez.
Loca y gastada está el alma.
Dios mira nuestra debilidad.
Queremos una certeza.
¿Ya ni siquiera te ríes de nosotros?
Compadécenos entonces, crueldad.
No puedo seguir amurallado
en el deseo sin amor.
Muéstranos una huella de justicia.
Tu ley, ¿cuál es?
Fulmina mis pobres emociones,
libérame de la inquietud.
Estoy cansado de gritar sin voz.

2

Carne melancólica
donde una vez pululó la alegría,
ojos entreabiertos del despertar cansado,
¿ves tú, alma demasiado madura,
lo que seré caído en la tierra?
Está en los vivos el camino de los difuntos,
nosotros somos una riada de sombras,
y ellas el grano que explota en el sueño,
de ellas es la lejanía que nos queda
y de ellas la sombra que da peso a los nombres.
La esperanza de una gran sombra
¿sólo es esto nuestra suerte?
¿Y no serías tú más que un sueño, Dios?
Temerarios, por lo menos un sueño
queremos que sea semejante a ti.

 


Arde el horizonte de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x65 cm.


Es parto de la locura más clara.
No tiembla en nubes de ramas
como pájaros de la madrugada
al borde de los párpados.
En nosotros está y languidece, llaga misteriosa

3

La luz que nos aguija
es un hilo cada vez más sutil.
¿Sólo deslumbras matando?
Dáme esta alegría suprema.

4

El hombre, monótono universo,
cree acrecentar sus bienes,
y de sus manos febriles
no salen, sin fin, más que límites.
Pegado al vacío,
a su hilo de araña,
no teme ni seduce
más que a su propio grito.
Evita el desgaste haciendo tumbas,
y para pensarte, Eterno,
no tiene más que blasfemias.

 

Traducción: Marco Casavecchia

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA