SUMARIO
Editorial
Leopoldo de Luis
La representación
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Samuel B. Beckett
Malacoda
Gnomo
Soy un discurrir de arena que resbala
Bien, bien hay un país
Canción
Qué haría yo sin este mundo sin rostro sin preguntas
José Emilio Pacheco
Don de Heráclito
El pulpo
Caverna
Éxodo
Ecuación de primer grado con una incógnita
Inmemorial
Aceleración de la historia
Las palabras de Buda
Olga Orozco
Aun menos que reliquias
Presentimientos en traje de ritual
Fundaciones de arena
Libros

Poesía y Psicoanálisis
(1971-1991)

La cosa de la carne (I)
La cosa de la carne (II)
La cosa de la carne (III)
La cosa de la carne (IV)
La cosa de la carne (V)
Aforismos
Promoción especial para estudiar psicoanálisis
Curso 2011-2012
Descargar nº 130
en PDF

EDITORIAL

LA REPRESENTACIÓN

No se baja el telón. Alguien silencia,
no gesticula más, ha terminado.
Pero la función nunca. Los actores
repiten sus papeles ¿hasta cuándo?

Llegan en fila, gritan, se amontonan
o se persiguen por el escenario,
por el gran escenario, lloran, hablan,
se ríen, caen. La luz les hace extraños.

Monótonos repiten sus papeles:
viejísimos monólogos, no hay diálogos.
Cada cual clama por su propia herida.
Nadie escucha las voces del contrario.

Tartamudean torpes, trenzan torpes
hilos de voz, nudos de voz, de llanto;
o bien recitan de corrido, sueltan
su lengua de grotescos papagayos.

De cara a esta implacable batería
que los alumbra mortalmente, cardo
de luz que los araña, inician gestos
que se desploman tristes de sus labios.

Entre remotas muestras de fatiga
arrastran sus disfraces empolvados,
descoloridos, sus arcaicos trucos
que ensayan con mirada de cansancio.

Y van y vienen aturdidos, hoscos,
indiferentes, lentos, tropezando,
moviendo leves nubes de ceniza,
lloviendo un agua gris de sueño y llanto.

Súbitamente un fuego los conmueve,
los ciega. Se rechazan como hermanos.
Se desconocen, se odian, se abalanzan...
La luz sigue implacable contra sus rostros blancos.

¿Quién gobierna esta escena, quién apunta?
El director habrá tenido un fallo.
¿Nadie dirige, aquí, entre bastidores?
La luz, sólo la luz sigue alumbrando.

Hay un viejo traspunte que ahora nadie
ve, que nadie ha visto nunca, acaso.
Pero ya nadie atiende. Pasan, gritan,
desesperadamente alzan los brazos.

¿Quién mira a estos actores, quién escucha
sus voces repetidas, su viejo acento trágico?
Una gran sala en sombra, una gran noche,
una gran muerte enfrente.
No alcanzamos
a ver si hay en la sombra espectadores.

Sólo la luz, la luz sigue alumbrando.

Leopoldo de Luis


Bailando en la caverna de Miguel Oscar Menassa. Óleo sobre lienzo de 38x55 cm.
NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA