SUMARIO
Editorial
Leopoldo de Luis
La representación
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Samuel B. Beckett
Malacoda
Gnomo
Soy un discurrir de arena que resbala
Bien, bien hay un país
Canción
Qué haría yo sin este mundo sin rostro sin preguntas
José Emilio Pacheco
Don de Heráclito
El pulpo
Caverna
Éxodo
Ecuación de primer grado con una incógnita
Inmemorial
Aceleración de la historia
Las palabras de Buda
Olga Orozco
Aun menos que reliquias
Presentimientos en traje de ritual
Fundaciones de arena
Libros

Poesía y Psicoanálisis
(1971-1991)

La cosa de la carne (I)
La cosa de la carne (II)
La cosa de la carne (III)
La cosa de la carne (IV)
La cosa de la carne (V)
Aforismos
Promoción especial para estudiar psicoanálisis
Curso 2011-2012
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Alexis se quedó mudo un instante y luego agregó:

-Entonces, sólo me cortaron las manos.

Caminamos un trecho abrazados.

-Brutal, llegué a murmurar y Alexis como si reflexionara me dijo:

-Al principio juré vengarme pero, después, me fui dando cuenta que tenía, aún, dos ojos, dos piernas, la pija entera. De las manos me fui olvidando.

Esa fue la última vez que lo vi. En Madrid, Alexis, se hizo periodista de un prestigioso diario madrileño y sintió que la relación conmigo lo comprometía.

Fue terrible.

No quedé ciego, pero el miedo me hizo tener los ojos cerrados más de una década.

Con los ojos cerrados viví como un triunfador, olvidando, tratando de ocultarme que era un derrotado.

Casi no vuelvo de ese delirio sísmico.

Pero aquí me tenéis, moderando el sosiego en cada frase, haciéndole sentir a cada frase el peso de mis años, la expe-riencia desgarradora del silencio.

Apaciguada la rabia (delirios infantiles donde todo era posible) detenido el recuerdo porque la vida sigue más adelante, inquieto por el destino de los terráqueos más que por los trámites de jubilación, ahora, es cuando vuelvo.

Vengo, tranquilamente, a dar un paso más.

Haber cumplido 49 años me ha liberado, ya no me importa el qué dirán de mí, porque lo diré yo.

Pido justicia para el condenado a la normalidad. Sé que mientras casi todos se drogan y otros se enferman como para siempre, yo me levanto a las mañanas, todas las mañanas y voy a trabajar.

 

Fina costra de dura piedra se arremolina sobre mi piel de lagarto extendido y, aunque ya no me importe, alguien dirá que permanecí indiferente a los grandes sucesos de mi vida.
Me defiendo diciendo que la vida aunque dure 200 años (como dicen los amigos del Grupo Cero) es una sola y es por eso que guardo el respeto que se merecen algunos muertos, porque fueron ellos los que me han dado el habla y, aún, prometo leer algunos libros, pero el resto, me parece, tiene que empezar a respetarme a mí.

Yo soy aquél que si consigo algo, esta vez, lo pondré todo al servicio de la poesía y no de la mujer, porque la mujer ya no necesita mis servicios. Fin de siglo lo pensará al ritmo de sus propios pensamientos.

Y no habrá veredicto porque no habrá juicio.

Las palabras serán pensadas de tal manera que no habrá delito, un tiempo para las particulares circunstancias de ser.

Toda ilusión es, también, breve duda, agotador trabajo y, por otra parte, el goce no queda asegurado.

Es como decir estamos en nuestros cabales cuando la propia vida ha declarado en nuestra contra.

-Voy para viejo, le dije una vez a Don Artemidoro, estoy roto y él me contestó con lentitud:

-¿Y cómo lo sabe?...

Que Don Artemidoro me tratara de usted, me estremecía, además su silencio después de la pregunta, hacía la pregunta mía.

¿Cómo era en realidad que yo sabía que estaba roto, aniquilado, viéndome viejo, eh, cómo sabía?

Nos quedamos en silencio, un largo instante, él saboreó un cigarro y yo una copa de licor. Después yo saboreé un ciga-rro y él, tranquilamente, una copa de licor. Don Artemidoro, rompió el silencio para decir:

-Parece que, hoy, no nos ponemos de acuerdo.

(sigue...)

?Perfil de la nada de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 38x55 cm.
NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA