Germán Pardo García
Colombia, 1902 |
PAUSAS DE AMOR
2. A UNA MUJER
¿Detrás de qué pirámides huiste?
¿Qué eternidades se hunden en tu nada?
Yo te busco, mujer deshabitada,
en un sitio indefenso que no existe.
La inmensidad sus litorales viste
de brumas que olvidó la madrugada,
y el frío de tu voz desmantelada
crucifica a la sombra que me diste.
Cómo alzarte de un cielo que perece,
si de oscuros naufragios te corono.
Si en la raíz de mis nocturnos días
el árbol fiel de la amargura crece,
y de sus brazos cuelga el abandono
de tus hondas parásitas vacías.
.................................................
PAUSAS DE AMOR
6. A UNA MUJER
Estoy cierto de ti, de humanizarte
en tu desnuda forma fugitiva.
Arco floral, a ti la luz deriva.
Verde río, no ceso de escucharte.
Puertas de nubes abro por hallarte.
Ya en mis hombros no está tu mano activa.
Silencios digo y en la voz cautiva
las palabras empiezan a esperarte.
La amatista del alba y la certeza
del ocaso y la noche despojada,
alzan luceros para mí tardíos,
y custodian la paz de tu cabeza,
dulcemente, en su angustia, doblegada
sobre un sitial de mármoles sombríos. |
Vicente Aleixandre
España, 1898 |
NO TE CONOZCO
¿A quién amo, a quién beso, a quién no conozco?
A veces creo que beso solo a tu sombra en la tierra,
a tu sombra para mis brazos humanos.
Y no es que yo niegue tu condición de mujer,
oh nunca diosa que en mi lecho gimes.
Pero yo nunca gimo de alegría cuando te estrecho.
Sobre la ebriedad del amor, cuando bajo mi pecho brillas
con el secreto brillo íntimo que sólo la piel de mi pecho
conoce,
yo sufro de soledad, oh siempre allí postreramente
desconocida.
Nunca: cuando la unidad del amor grita su victoria en la
ya única vida,
algo en mí no te conoce en la oscura sombra estremecida
que bajo el dulce peso del amor me sostiene
y me lleva en sus aguas iluminadamente arrastrado.
Yo brillando arrastrado sobre tus aguas vivas,
a veces oscuras, con mezcladas ondas de plata,
a veces deslumbrantes, con gruesas bandas de sombra.
Pero yo, sobre el hondo misterio, desconociéndolas.
Natación del amor sobre las aguas mortales,
sobre las que gemir flotando sobre el abismo,
hondas aguas espesas que nadie revela
y que llevan mi cuerpo sobre ausencias o sombras.
Entonces, cerrado tu cuerpo bajo la zarpa ruda,
bajo la delicada garra que arranca toda la música
de tu carne ligera,
yo te escucho y me sobrecojo de la secreta melodía,
del irreal sonido que de tu vida me invade.
Oh, no te conozco: ¿quién canta o quién gime?
¿Qué música me penetra por mis oídos absortos?
Oh, cuán dolorosamente no te conozco,
cuerpo amado que no hablas para mí que no escucho. 
|