Carilda Oliver Labra
Cuba, 1922 |
CANCIÓN PARA DECIRME EN MARZO
Es cierto que estoy hecha de esquinas imposibles,
de libélulas rudas y yerbas solitarias.
Es cierto que estoy cerca de los sollozos vírgenes
y de este sol que vuelve en todas las mañanas.
Y tú, hombre parado a un quizás de la ausencia,
te me vas pareciendo un poco a mis vestidos.
Ya no sé si es que estamos cuidando las estrellas
o si para llamarte me acuerdo de algún niño…
Sé que discuto un rato a veces con mi sangre,
sé que los arco iris están donde te quedas;
sé que me voy muriendo en esta carne
y que por ti hasta el agua ya tiene primavera.
Hoy puedo contemplarme la piel en una rosa.
Acaso entre mis dedos los pájaros empiezan.
No importa que te mire desde las cosas rotas:
es casi necesario que yo sepa a tristeza.
Como tú me conoces este tamaño absurdo
la luz es partidaria continua de la aurora,
como yo te comprendo el exilio absoluto
el cielo se ha tirado debajo de mi sombra.
Hay la mitad de un beso desde Dios a tu frente,
hombre que le estropeas el candor a la luna.
Si tú te enamoraras de la palabra "siempre"
y pudieras taparme con la mirada última,
sería fácil irse la tarde de algún jueves
o tal vez me alegrara de haber venido tuya.
Hombre que me estremeces la orilla del asombro:
ponme el verano entero aquí por la cintura…
Quiero saber que soy más lícita que un loto.
Le estoy soñando un nuevo corazón al azúcar.

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Alfonsina Storni
Suiza, 1892 |
LA CARICIA PERDIDA
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás? 
Un dios se rinde de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x73 cm.
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