Ocean Vuong
Vietnam, 1988 |
ROMPE HOGARES
Y así fue como bailamos: arrastrando los vestidos
blancos de nuestras madres, agosto
nos teñía las manos rojo oscuro. Y así amamos:
medio litro de vodka y una tarde en el desván, tus dedos
acariciando mi pelo, mi pelo un incendio. Nos cubríamos
los oídos y los arranques de tu padre se convertían
en latidos. Cuando nuestros labios se tocaron el día se cerró
como un ataúd. En el museo del corazón
dos personas sin cabeza construyen una casa en llamas.
La escopeta siempre estuvo sobre la chimenea.
Siempre hay tiempo para matar, -sólo para rogarle a dios
que te lo devuelva. Si el desván no, el coche. Si el coche no,
el sueño. Si el chico no, su ropa. Si vivo no,
cuelga un teléfono. Porque el año es una distancia
que hemos recorrido en círculos. Es decir: así
bailamos: a solas en cuerpos dormidos. Es decir:
así nos amamos: en la lengua un cuchillo que se vuelve
lengua.
Traducción: Elisa Díaz Castelo 
Navegar por navegar de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 50x40 cm.
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Dylan Thomas
Reino Unido, 1914 |
TUMBADOS EN LA ARENA
Tumbados en la arena, vemos su amarillo y
el mar tan severo. Fingen quienes lo burlan
y siguen ríos bermejos, nichos superficiales de palabras
que se dibujan en la sombra de las cigarras.
En este sepulcro amarillo de mar y arena
el viento sopla implorando colores.
Serio y alegre al mismo tiempo,
por un lado un sepulcro, por el otro el mar.
Silencios lunares, mareas calladas
chapotean en los canales inmóviles.
El medidor de las mareas está seco,
encajado entre el desierto y una tormenta de agua.
¡Que cure nuestros males de agua
con su calma monocolor!
Una música celestial emerge sobre la arena,
una música compuesta por granitos que se apresuran
a enterrar las montañas y mansiones doradas
que engendra esta tierra adusta y alegre, al lado del mar.
Yacemos sujetos a esta tierra soberana.
Vemos su amarillo y nos gustaría que el viento se llevara
lo que queda en la costa, sumergiendo la roca roja;
pero nuestros deseos no se cumplen,
ni podemos salvarnos del golpe de esa piedra.
Tumbados, veremos el amarillo hasta que el tiempo dorado
se rasgue y, ¡o la sangre de mi corazón!
Mi corazón y una montaña.

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