SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
La vida vive en mis palabras
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Paul Éluard
Te lo dije
Tu fe
César Vallejo
Estáis muertos
Germán Pardo García
Elegía a los muertos actuales
Gloria Fuertes
Los pájaros anidan
Luis Cernuda
Elegía española
Friedrich Hölderlin
Los robles
Youssef Saadi
El momento
Gabriela Mistral
Vieja
Emily Dickinson
632
Miguel Oscar Menassa
La mujer y yo (10)
Aforismos
Agenda Grupo Cero

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Germán Pardo García

Colombia, 1902

ELEGÍA
A LOS MUERTOS ACTUALES

Un hombre en la mitad del tiempo de este siglo,
escribe una elegía a los muertos actuales.

Antes los muertos eran como yacentes lirios
extenuándose a bordo de sus pálidas barcas.
Partían entre coros de suplicantes voces,
en un asombro espiritual de estrellas.
Los niños en las alas de los arcángeles y los pájaros;
las vírgenes en góndolas de espuma
conducidas por peces de colores,
desatadas las hondas cabelleras.
Y los ancianos descendían a las clausuras vegetales,
a custodiar el corazón del mundo;
a perpetuar la fuerza de las estirpes,
y a interpretar en paulatinos éxtasis
los guturales silabarios de las formas
y el misterioso ruido de la germinación.

* * *

A nosotros estaban tan cercanos,
al fondo de sus grandes lejanías.
Sus sueños regresaban a descansar en nuestras sienes,
como alcatraces a los roquedos al presentir la oscuridad.
Si nocturna simiente perforaba
la dócil tela del frutal terreno,
sus misericordiosas manos acudían
a proteger la párvula criatura.
Y cuando llanto
desconocido
temblaba en los estambres de los ojos,
con un jirón de su tranquila veste
borraban los estigmas de esa angustia,
venida de la angustia universal.

Les llamábamos nobles compañeros;
invisibles arroyos de ternura,
semejantes al agua sumergida
que difunde lagunas sedentarias,
con un rumor sonámbulo que entienden
los muertos, o las vidas que están próximas
a los arcanos de su integridad.

* * *


La sonrisa del gato de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x81 cm.

Cuando llegábamos a los sitios
donde la voz apenas repercute,
disminuida por intensos musgos
y adulta población de cinerarias,
salían a encontrarnos para que nuestras plantas inexpertas
caminaran seguras en la sombra;
para que nuestras manos aún con el calor de la epidermis,
comprendieran la densidad de intransitivos claroscuros,
y para colocarnos en los hombros
la túnica de nieblas y raíces
que llevan en silencio las subterráneas jerarquías.

Conocíamos sus dominios,
como un hombre extranjero una ciudad
de espacio gris y asordinadas cúpulas.
Algún signo interior nos recordaba
los ausentes contornos de las cosas.
Brisa cordial humanizaba climas
y latitudes que la luz no azula.
Ellos nos precedían amorosos
con lenta conmoción de mar en calma.
Y aparecía sobre nuestras sienes
la palidez de una corona,
en señal de atributos inmortales.

* * *

(sigue...)

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA