SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
Para habitar estos nuevos infiernos
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Germán Pardo García
Elegía a Lídice
Rafael Alberti
New-York

Guajiras burlescas
de los banqueros
alegres y desesperados
de Wall Street

Raúl González Tuñón
Los niños muertos
Vicente Aleixandre
Oda a los niños de Madrid muertos por la metralla
Leopoldo de Luis
La esperanza
Toco a tientas
Eterna voz
El sabor de la sangre
Charles Baudelaire
Canto de otoño
Recogimiento
El hombre y el mar
El enemigo
LV. Conversación
El muerto alegre
Frescores
El modernismo (I)
Socios de honor
Poesía y Flamenco
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LEOPOLDO DE LUIS

España, 1918

TOCO A TIENTAS

Toco a tientas tu cuerpo y reconozco
sus hermosas fronteras que me aguardan.
Lo que haya más allá lo desconozco.
Dejo que aquí mis manos ahora ardan.

Sólo somos un límite que toca,
que se descubre en puro tacto ardiente.
Un tentáculo vivo es cada boca
y una yema en contacto cada diente.

Somos la realidad corpórea y viva
que en ciega colisión se reconoce.
Candente rastro en forma fugitiva
que va buscando un amoroso roce.

Sólo en el torpe cerco de lo oscuro
este tangente, apasionado empeño
desde su convicción se alza seguro.
Lo demás flota en humo, en niebla, en sueño.

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ETERNA VOZ

Y vendrán otras gentes y otros días
y enterrarán mi voz.
Irán sus pasos
sobre la negra arena que recubra
mi cuerpo, y el silencio, como un pájaro,
anidará en mi casa. Las cenizas
de mis palabras aventarán largos
dedos grises del viento. En otras bocas
como un milagro
se encenderán las mismas voces mías.
Pero no seré yo. (Cruza los prados
un día y otro día el mismo río,
mas nunca torna el agua que ha pasado.)

También una amargura
-cuchillo, espina, dardo-
herirá la ternura de las almas,
pero no será ésta. (Cada año
traen rosas los rosales, mas la espina
que una vez nos hirió, nunca ha tornado.)

Como un río es la voz, como una espina
es la amargura.
En pálidos
panoramas del sueño he visto un día
mi voz y mi tormento reflejados
en otras nuevas gentes
y a través de cien años.
Cuando yo esté ya muerto. Mi amargura
y mi voz han de ser como un legado.

Ni aun esta voz es mía, es una herencia.
Yo no soy yo. Fui aquél. He sido. Acaso
hay un oculto río y una escondida espina
que eternamente van atravesándonos.

 


Congelados de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 50x50 cm.

EL SABOR DE LA SANGRE

Una bala en la boca
se la llenó de sangre.
Sintió como un caliente
sabor de hondos metales
cual si la vida fuera
metal que se deshace
de pronto. ¿Es el sabor
de la vida este alambre
rojo que salta o es
el de la muerte? Nadie
responde. Es ir sorbiendo
de uno mismo, ser cauce
de nuestra misma sed,
de nuestra propia hambre.

Río hacia adentro el río
que hacia afuera se evade.

¿A qué sabe la vida
o la muerte a qué sabe?

Esta sangre tragada
trae un gusto a paisajes
remotos, a perdidos
días niños distantes.
Acaso lo que vamos
siendo dentro nos late,
no pasa, se acumula
disuelto y va flotante
con nosotros, oscuro
peso, pena, bagaje.

La sangre sabe a antiguos
yoes, de pronto renacen
y morimos bebiéndonos
nuestro propio linaje.

Al que lanzó esta bala
que era hermano de madre
patria, ¿no le sabrá
también la boca a sangre?

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA