SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
Tercer manifiesto
Grupo Cero
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Miguel Oscar Menassa
Reflexiones antes de escribir el poema de los 74 años
Cumplir 74 años
Olga de Lucia
Un lugar en la historia
Carmen Salamanca
A Miguel Oscar Menassa en su 74 cumpleaños
Norma Menassa
A mi hermano Miguel en sus 74 cumpleaños
Amelia Díez Cuesta
A los 74 años de Miguel Oscar Menassa
Alejandra Menassa
A Miguel Menassa en su 74 cumpleaños
Claire Deloupy
A Menassa a sus intensos 74 años
Carlos Fernández
Gente negra
Virginia Valdominos
Poema a Miguel Oscar Menassa a los 74 años
Magdalena Salamanca
¿Ven lo que es un hombre?
Susana Lorente
A Miguel Oscar Menassa, maestro, en su 74 cumpleaños
Helena Trujillo
Poema a Miguel Oscar Menassa en el día de su 74 cumpleaños
Teresinka Pereira
Cumpleaños
Paola Duchên
Poema a Miguel Oscar Menassa en su 74 cumpleaños
Cruz González
A Miguel Oscar Menassa en su 74 cumpleaños
Punto de vista
Manuel Ortega Patón
Cumpleaños
René Char
Tres respiraciones
Constructores de puentes
A***
Búsqueda de la base y de la cima
Destino de nuestras lejanías
Francisco Urondo
Como bola sin manija
Bertolt Brecht
Preguntas de un obrero a un médico
Edgar Bayley
Mediodía
Frescores
Cesare Pavese: La isla
Socios de honor
Poesía y Flamenco
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A MI HERMANO MIGUEL,
EN SUS 74 CUMPLEAÑOS

¿Qué desborda en mi corazón tatuado por el tiempo?
De mí flotan como una estela verde
paisajes de la infancia en el color de lo lejano.

Un niño inquieto jugando a las canicas y a lo lejos
el aliento rojizo de caballos saliendo del corralón
con el chasquido de la fragua que nos impacientaba,
y aquel canto de maderas estallando en chispas y plegarias
que nunca llegarían al cielo por falta de memoria y rebeldía,
y el canto tan poco melodioso del gorrión
o el hornero en la rama más alta de algún álamo,
donde el cansancio no llegaba ni nada tenía que ver con el
olvido.

Yo era aquella calle y su canción desesperada:
vivir a esperar nada,
a la sombra de mármoles y bronce de estatuas silenciosas
delatando mi ignorancia frente a ese señor de cabeza
inclinada
como leyendo un libro que era Florencio Sanchez,
o aquel otro hombre del martillo
trabajando la piedra a la entrada del parque.

Cabalgatas de infancias en cuclillas,
juegos alrededor del árbol
y una larga avenida solitaria,
sorda a la voz del viento en las tempranas noches invernales,
la escalera de mármol,
el aro de metal girando entre baldosas desparejas,
las golondrinas que siempre nos dejaban
para mostrar que están las despedidas,
el ruido de la lluvia y los pies mojados
esperando la gracia de un castigo,
las puertas rotas de un cielo incomprendido
que iba hacia al imperio del pecado.

Hoy las almas del ayer se expanden
hasta dejar su corazón en medio de la noche
quedando la infancia desterrada.

Allí yacen el viento,
la dicha enloquecida en los pechos sin nadie,
la libertad y el hambre de lo eterno,
las lianas tan ligeras del amor y esa extraña belleza
hasta entonces dormida esperando la gracia.

Y allí te encuentro a veces, efímero y eterno,
y me acerco gastada de palabras,
prisionera en mi carne y su declive,
y quiero preguntarte:
¿No quisieras ascender como antaño hacia ese cielo,
y flotar otra vez como una estela verde,
con los labios abiertos buscando una palabra?
¿no quisieras abrir una ventana en la inmutable habitación de
tiempo?

Norma Menassa

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A LOS 74 AÑOS
DE MIGUEL OSCAR MENASSA

Hacer 74 años no es cosa del tiempo medible
ni de alguna inconmensurable destreza.
Su soledad tiene la dimensión de lo grupal,
y su “no” la violencia del símbolo.
Nada espera y todo le espera,
su división es inalterable, su silencio,
esclavo de su pasión, nace y muere en cada palabra.
Remordimientos y piedad no quiere para sí,
tampoco lo contrario si lo hubiera.
Sabe que la pasión acontece entre otros
y en lugares de sí mismo, que no le pertenecen,
y escribe y escribe, para no morir, para no matar.
Su único sueño transformar la realidad de lo humano,
sus instrumentos: grupo y mujer.
Amante de las transformaciones, sabe que con él
están sus versos, sus familiares, sus discípulos,
y ama por sobre todo el goce de las diferencias.
¿Quiénes son, los que florecen y se deshojan
para que otros aprendan a gozar de lo perecedero?
¿Quiénes los que saltan para que otros reconozcan los
abismos?
Hay hombres que nacen para ser escombros necesarios,
para terminar con la tristeza de la carne,
y hacer de su vida una permanente lección de vivir.
Este hombre desde muy joven lo decidió así:
si dejo que un poeta viva en mí, será posible todo lo demás.

Amelia Díez Cuesta


Enamorados en la plaza de toros
de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 130x97 cm.
NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA