SUMARIO
Editorial
Gloria Fuertes
Todavía hay gente que al viento le llama Céfiro
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Sor Juana Inés de la Cruz
Quéjase de la suerte
Soneto
Guillaume Apollinaire
Océano de tierra
Sombra
Antonio Machado
A un olmo seco
Proverbios y Cantares (XX y XXVIII)
Un loco
Pedro Salinas
No en palacios de marmol
Los cielos son iguales...
Paul Celan
Corona
Olga Orozco
Corre sobre los muelles
Ahora brilla otra vez
Adelanto de la "Antología Poética" de Miguel Oscar Menassa
Comencé a darme cuenta
Estoy contento de tanto haber amado
He vuelto de los más negros atardeceres
Abierto, yo estaba abierto y te lo decía
Aforismos
Estudia psicoanálisis. Temporada 2018-2019

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OLGA OROZCO

Argentina, 1920

AHORA BRILLA OTRA VEZ

Sube, sube, fulgor,
entreabriendo algo más la sustancia opresiva de noches
sobre noches,
como si aprovecharas toda mi oscuridad para existir.
Quizá sea una brasa que enterré,
una gran quemadura sofocada por las separaciones y la
lejanía,
y ahora será un nombre, una mirada, algún beso que vuelve,
que atraviesa como una incandescente cicatriz el espesor
de mi destino.
Aunque tal vez se trate de un verano bruñido por las olas,
de un resplandor que llega de muy lejos con las
exploraciones infantiles,
y arrojará debajo de mis pies la isla del tesoro,
los guijarros que lloran y aquel bosque donde las risas se
persiguen:
el reino más perdido, más irrecuperable del planeta.
Podría ser también una lámpara insomne detrás de la
ventana
donde mi madre trata de bordar la esperanza con una
hebra que se desvanece
-hebra de miel, hebra de sangre desolada, hebra de nieve-,
porque ninguna dicha será nunca posible para mí.
Y acaso quién me dice que no sea la travesía fantasmal
del último lucero,
el que bebió el adiós en nuestro vino
y arrojó contra el muro los cristales de la copa más alta:
el testigo que vuelve a reclamar en nombre del alba rota
algún sollozo,
una herida entreabierta, la prueba irrefutable contra
cualquier olvido.

¿Y por qué no ha de ser aquel farol que se balancea en
un andén
y hace señas a ciegas, remotísimo, a la salida de mi paraíso,
lugar imaginario, clausurado, como todo insensato paraíso,
pero en nombre de la profanación y la mentira?
¿Y por qué no esa mancha fulgurante que me miraba,
que se me aparecía tan puntual a la hora del sueño en las
paredes y era el reflejo de mis propios miedos?
¿O algún globo de azogue que condensó el misterio de cada
Navidad,
y a lo lejos titila para hoy
igual que las estrellas que aún me alumbran, pero ya se
apagaron?
Ahora se diría que así fue la luz de las bujías, amor mío,
junto al lecho donde suben las sombras mientras
te desvalijan las mareas,
y te llevan desnudo, envuelto en las escarchas del invierno,
y trato de aferrarte y me devuelven sólo la desmesura y
este frío.
¿Y si fuera una luz que viene del porvenir, no del pasado,
con mayor palidez, con menor lejanía,
a traer la promesa de una llama o el amparo de un fuego de
expiación?
Sube, sube, destello. Asciende hasta mis ojos:
déjame descifrarte como a un nombre, como a una chispa
de mi significado.
¿No eres acaso anuncio,
ni siquiera mensaje de alma en pena, ni memoria que
abrasa?
Ahora gira al llegar, como si trasladara el universo.
Y es más que una evidencia, mucho más que una historia.
Porque todo este vértigo hacia mí, este asombro encendido,
es el alborotado fulgor de una naranja,
una ofrenda del mar que rueda por la playa y se aloja en mi
mano, debajo de tu mano,
y que ahora regresa para testimoniar que fue un instante
-nada más que un instante, un centelleo, un delirio del sol
sobre la tierra-
incrustado allá lejos en el oleaje final.


Proceso constituyente, de Miguel Oscar Menassa. Óleo sobre lienzo de 73x100 cm.

 

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA