SUMARIO
Editorial
Gloria Fuertes
Todavía hay gente que al viento le llama Céfiro
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Sor Juana Inés de la Cruz
Quéjase de la suerte
Soneto
Guillaume Apollinaire
Océano de tierra
Sombra
Antonio Machado
A un olmo seco
Proverbios y Cantares (XX y XXVIII)
Un loco
Pedro Salinas
No en palacios de marmol
Los cielos son iguales...
Paul Celan
Corona
Olga Orozco
Corre sobre los muelles
Ahora brilla otra vez
Adelanto de la "Antología Poética" de Miguel Oscar Menassa
Comencé a darme cuenta
Estoy contento de tanto haber amado
He vuelto de los más negros atardeceres
Abierto, yo estaba abierto y te lo decía
Aforismos
Estudia psicoanálisis. Temporada 2018-2019

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ANTONIO MACHADO

España, 1875

A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

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PROVERBIOS Y CANTARES
XX

Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.

XXVIII

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

 

UN LOCO

Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
-rojo de herrumbre y pardo de ceniza-
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
-¡carne triste y espíritu villano!-.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.


El hilo frágil de tu voz, de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 60x40 cm.

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA