MIGUEL HERNÁNDEZ
España, 1910 |
EL RAYO QUE NO CESA
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¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?
Este rayo ni cesa ni se agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.
Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia
de sus lluviosos rayos destructores.
Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.
Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.
Como el toro me crezco en el castigo
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.
Como el toro te sigo y te persigo
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.

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GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia, 1902 |
TEMOR EN LA CLARIDAD
Hay un sitio en el mundo, ¿en dónde, en dónde?
Un sitio claro, inmensamente claro;
de inagotable claridad, un faro
que a una señal clarísima responde.
¿En qué sitio del mundo, por qué esconde
su resplandor altísimo, y avaro
me deja oscuridad y desamparo?
¿Será preciso que en mi cuerpo ahonde?
Porque a veces yo siento que esa llama
me inviste y arde cual latente escama.
Que yo soy esa antorcha que se esconde.
Que la llevo en las manos y la busco.
Que con mi propia claridad me ofusco
y vivo preguntando: ¿en dónde, en dónde?
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LOS ENIGMAS
¡Si no lloviera más y si escampara,
porque llueve sin fin y sordamente!
¡Si volviera aquel ser que hállase ausente!
¡Si la noche densísima llegara!
Salgo a observar: la noche intensa y clara.
No diluvia, la sombra es envolvente
y entre mi corazón está presente
la persona que nunca se alejara.
Mas siento que diluvia, sí, lo escucho.
diluvia inmensamente hace ya mucho.
La noche no ha enlutado todavía
y es de noche y no llueve y nadie falta.
¡Y en la nocturna oscuridad me asalta
la angustia de que llueve y es de día!
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