ENRIQUE MOLINA
Argentina, 1910 |
NADA DE NOSTALGIA
El que pueda llegar que llegue
Ésta es la sal de las partidas
Una perla de amor insomne
Entre manos desconocidas
Lechos de plumas en el viento
Sólo dormimos en los médanos
Tal la gitana del desierto
En la noche del Aduanero
La gitana con una cítara
Un león la huele como a una flor
Es el sueño feroz y tierno
El olfato de la pasión
Alas de nunca y de inconstancia
A través del cielo se filtran
Implacables cuerpos amantes
Con sus terribles maravillas
Todas las llaves abren la muerte
Pero la vida nunca se cierra
¡Todas las llaves abren la puerta
Del puro incendio de la tierra!
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NINGUNA ESPERANZA
Quizás te amenazan las flores
Quizás tu enemigo es el viento
El gusto ansioso de una fruta
El volcán negro de tu sexo
Una caricia se remonta
-El mar repite sus historias-
Otra caricia misteriosa
Teje la cuerda del verdugo
¡Oh tentación! ¿Quién te rechaza?
Vendaval de alas y de ruegos
Mezclado al sol de los abrazos
No esperes más que tu deseo
Miremos de frente a la tierra
A los ídolos de la vida
Escuchad ese idioma en llamas
En la boca de la bahía
Amenazado por estrellas
Por cabelleras de ternura
Por el agua mortal que brilla
Cuando unos senos se desnudan |
CARMEN CONDE
España, 1907 |
VISIÓN DE LOS ÁNGELES
Estándonos tan solos como estamos
y siendo ya la tierra inacabable,
a peregrinar bajan celestes mensajeros,
alados habitantes del Jardín remoto.
Vuelan sobre el campo que roturas,
ondean, y sus túnicas esparcen
viejos olores que llorando bebo.
O se sientan, gigantes, en colinas,
para mirarnos con tristeza lenta...
O se tienden en los bosques resguardándonos
del sol adusto cuando Dios recuerda.
Hermosos caminantes son los ángeles
que vienen y acompañan nuestro exilio.
Aquellos de la espada son hostiles,
severos e implacables; y no duermen.
Mas éstos, no; son instrumentos
de elocuencia en el brío de sus alas.
Las brisas que nos mueven, ¡oh cuán dulces;
qué presencia la suya entre la noche!
Miro lo infinito sin arar, con ansia
de verlo todo en flor, y apenas
el pecho se acongoja del esfuerzo,
los ángeles prorrumpen en canciones.
Hombre, míralos; no estamos solos:
ruedas de arcángeles girando
contemplan nuestros días de nostalgia.
¿Qué le cuentan a Dios de lo que hacemos:
el duro trajinar, la oscura lucha
contra la tierra que amanece agria?
¿O que brotan al fin nuestros sembrados;
que los predios son salmos de fragancia?
¿Qué le decís vosotros, qué lleváis
de nuestra vida a Dios...?
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