CHARLES BAUDELAIRE
Francia, 1821 |
EL VAMPIRO
Tú que, como una puñalada,
en mi pecho doliente entraste,
y cual rebaño de demonios
viniste loca, engalanada,
para de mi alma sometida
hacer tu lecho y tu dominio;
-infame a quien me encuentro atado
como el forzado a su cadena,
y el jugador tenaz al juego,
y como el borracho a la botella,
y a los gusanos la carroña,
-¡sí, maldita, maldita seas!
Yo supliqué a la espada rápida
para ganar mi libertad,
y dije al pérfido veneno
que ayudara a mi cobardía.
Mas, ¡ay! la espada y el veneno
me desdeñaron y me han dicho:
“No eres digno de redimirte
de tu maldita esclavitud.
¡Imbécil! -¡Si de tu dominio
nuestros esfuerzos te librasen,
tus besos resucitarían
el cadáver de tu vampiro!”
Autorretrato posterior de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 50x50 cm. |
CARILDA OLIVER LABRA
Cuba, 1922 |
EL MAR
Como en un lecho me tendí en el mar.
Hechizada por musgos y por linos
tuve acoso de brazos peregrinos
que me echaban las ondas al pasar.
Contra mi carne se batió el azar.
El agua -furia, vértigos y vinos-
se entretenía con los bordes finos
de mis caderas, blancas de esperar.
Entonces: grave, pálido, insereno,
llegaste como llega siempre el mar
y tu mirada me rompió este seno.
Ni Dios mismo nos pudo separar:
cuando una ola te volvía ajeno
entrabas en mis piernas con el mar.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia, 1902 |
AIRE DIVINO
Temblor de rama que al dorado viento
del mediodía, opone la certeza
de su fruto. Divino movimiento
de algo que a mi ser inconmovible empieza.
Temblor de voz, capaz del firme acento.
Temblor de la mirada, en su fijeza.
Temblor del encarnado pensamiento.
Temblor de mi desnuda fortaleza.
Aire de eternidad, aire divino.
Cómo la enorme fe de mi destino,
cuando tú pasas, se ilumina y crece.
Cómo te siento en mí, temblor de altura.
Cómo tu claridad me transfigura
y cómo tu presencia me enriquece. |