OSCAR CERRUTO
Bolivia, 1912 |
CUERDA EN EL VACÍO
Es aquí donde se descubre,
la piedra
que nos reta
sinónimo del vértigo
alias del rendimiento.
La piedra de la que manan
la leche
y el estupor.
A su resguardo planean
los grandes buitres
cuya obstinación
hemos visto
después
ensombrecer los hemiciclos
actuar siempre con las
propiedades
del aventajado
y subirse
a la grupa de los dioses
sabiendo
que abajo hay un pie de sangre.
El miedo es ese hervor
inaudible
trabajando como el musgo
ese pecado de la felicidad
o esta humedad que deja traslucir
espectral
los huesos del sectario.
De nada sirve hablar bajo
en las cámaras
la Muerte
tiene el oído fino
y los imprudentes susurros
crepitan como apostasías
al otro extremo.
Erupción de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 81x100 cm. |
EL AGUA QUE NOS SIGUE
Y allí al fondo está el Lago
de eléctrica cintura
cifra de las rosas
Ni las catedrales
ni el granizo
se atreven
a alzar impunes ese color
de hoja inasible
que tus aguas
toman sin ruido
como una dádiva
de las catástrofes.
Por aquí pasaron los carros
del aspaviento.
En tu fango
abrevaron las panteras.
Quizás sean las mismas
bocas
las que escupen dulzura
como ayer furia
porque los días
o los siglos
pueden ser tan frágiles
como la brisa.
Coronas de tu espuma
menos duraderas
que una promesa
o el grito de la perdiz
al caer de la tarde.
Todo conduce al comienzo.
La codicia de poder
el odio
el crimen
la propia muerte
y su fatigoso trabajo
mecen su enjambre
de voces
en la cabeza de Caín.
Acaso
la luz que destilan
tus aguas
no sea sino el vago rostro
de mi verdad.
Pero los viejos sapos
alegremente salpican
herrumbre
en el polvo del día
se empapan de sol
y dejan que resplandezcas
de infinita juventud
y que resuene
en mi pecho
el cuerno del estío
al cuidado
de un cielo que ha lavado
el rumor de las nieblas.
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