JOYCE MANSOUR
Reino Unido, 1928 |
EL RITMO DEL DINERO
El ritmo del dinero
En nuestros bolsillos y en nuestros corazones
El amor radiofónico de la muchedumbre nocturna
Atontada por el dinero embrutecida por el dinero
Protegida por el dinero
Podrida por la velluda pobreza del dinero
El piar de la desesperación
La friolera imbecilidad de las risas vaginales
Mirándose en el glacial incendio de los juegos de la luz
Eléctrica eléctrica eléctrica
La aplastante superioridad del dinero sobre nuestros cuerpos
Estremecidos por su atractivo
A pesar de la tela de araña de la creciente vejez
A pesar de las calderas de la vergüenza
Donde se asan pécoras de crines lanudas
A pesar de la muerte de pómulos eslavos
Que se consume y se maquilla delante del espejo
Desnuda bajo un abrigo de noche
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HE MENTIDO QUERIDO ASNO
CUANDO TE HE CERRADO LOS OJOS
He mentido querido asno cuando te he cerrado los ojos
La noche estaba lejos y tu corazón aún latía
He pecado querido asno cuando a la muerte he informado
Del emplazamiento de tu cabeza lanuda y herida
En la playa por la que rondaba el horror
He obrado mal querido asno enterrándote tan deprisa
Hubiera debido tumbarme y morir en tu lugar
Yo tu amigo que ha tocado a muerto
Debiera esta noche homenajear a la tierra
Y dejar que los gusanos se alimenten de mi carne
Pero tú asno de mis viejos días herido para complacerme
Tú duermes cómodamente asesinado en tu espléndida soledad
Y la muerte recreándose en el sacrificio de un inocente
Burlona me zarandea
Imperdonable y muy viva
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MARGARET RANDALL
Estados Unidos, 1936 |
DANZANDO CON LA CIERVA
Cada vez que aprendo algo nuevo sobre la dignidad
un ciervo se detiene erguido, salta y se posa otra vez inmóvil
a la orilla de este campo
ensombrecido por haber perdido el día.
Golpea al fuerte músculo que mi pecho guarda
y desaparece en el bosque donde yo no puedo ir por mis miedos.
Hay días que aparece como cervatillo, la cabeza grande
sobre su cuerpo perfecto
y suaves puntos blancos.
Hay días que es una cierva
que corre con otras de su especie,
o la imagen del macho que truena con sus astas
atacando a las aguas que dan forma a esta tierra,
su gracia furiosa.
Alguien le comenta a una amiga delgada
que ha bajado de peso.
La amiga le responde gracias.
La cierva se levanta silenciosa en mi garganta.
Soy yo la que digo gracias, gracias,
y las palabras resuenan bajo mi piel.
Seguimos pasando las páginas de couché,
contornéandonos con la melodía del flautista, un mensaje
en que pequeños cinturones aprietan talles de avispa
sobre latas de líquidas promesas.
Hoy danzo con la cierva.
Pero soy también ciervo y cervatillo,
una cámara lenta que rueda y los poderosos brazos
que me colocan en este lugar precioso.
Ubicada en la historia.
Ubicada en el tiempo.
Ahora el bosque se revela ante mis ojos
que danzan hacia sus secretos como estrellas.
Nueva etapa de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 65x92 cm.
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