SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
A los sesenta y tres me divorciaré, por fin
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Pedro Salinas
Me debía bastar
Empújame, lánzame...
Los cielos son iguales
Tú vives siempre de tus actos
Amor, Amor, catástrofe
Todo dice que sí
Qué alegría, vivir
¿Regalo, don, entrega?
Bertolt Brecht
Siempre de nuevo, desde que trabajamos entre varios
Canción de la rueda hidráulica
Louis Aragon
Los poetas
Socios de honor
40 años de Menassa en España
La invitación del presidente
Presentación y Concierto
Flamenco, Tango y Poesía
¿Infidelidad?
Videoclip Poesía y Pintura
Mi única familia
Suicidio asistido
En defensa propia
Agenda completa
 
Descargar nº 149
en PDF

PEDRO SALINAS

España, 1891

ME DEBÍA BASTAR

Me debía bastar con lo que ya me has dado.
Y pido más, y más.
Cada belleza tuya
me parece el extremo
cumplirse a ti misma:
tú nunca podrás dar
otra cosa de ti
más perfecta. Se cierran
sin misión, ya, los ojos
a una luz, ya, sobrante.
Tal como me la diste,
la vida está completa:
tú, terminada ya.

Y de pronto se siente,
cuando ya te acabas
en asunción de ti,
que en tu mismo final,
renacida, te empiezas
otra vez. Y que el don
de esa hermosura tuya
te abre
-límpida, insospechada-
otra hermosura nueva:
parece la primera.

Porque tu entrega es
reconquista de ti,
vuelta hacia adentro, aumento.
Por eso
pedirte que me quieras
es pedir para ti:
es decirte que vivas,
que vayas
más allá todavía
por las minas
últimas de tu ser.
La vida que te imploro
a ti, la inagotable,
te la alumbro, al pedírtela.
Y no te acabaré
por mucho que te pida
a ti, infinita, no.
Yo sí me iré acabando,
mientras tú, generosa,
te renuevas y vives
devuelta a ti, aumentada
en tus dones sin fin.

 

www.miguelmenassa.com

 


Desnudo al atardecer de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 46x38 cm.

EMPÚJAME, LÁNZAME...

Empújame, lánzame
desde ti, de tus mejillas,
como de islas de coral,
a navegar, a irme lejos
para buscarte, a buscar
fuera de ti lo que tienes,
lo que no me quieres dar.

Para quedarte tú sola,
invéntame selvas vírgenes
con árboles de metal
y azabache; yo iré a ellas
y veré que no eran más
que collares que pensabas.
Invítame a resplandores
y destellos, a lo lejos,
negros, blancos, sonriendo
de niñez. Los buscaré.
Marcharé días y días,
y al llegar adonde están,
descubriré tus sonrisas
anchas, tus miradas claras.
Eso
era lo que allá, distante,
estaba viendo brillar.

De tanto en tanto viaje
nunca esperes que te traiga
más mundos, más primaveras
que esas que tú te defiendes
contra mí. El ir y venir
a los siglos, a las minas,
a los sueños, es inútil.
De ti salgo siempre, siempre
tengo que volver a ti.

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA