SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
A los sesenta y tres me divorciaré, por fin
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Pedro Salinas
Me debía bastar
Empújame, lánzame...
Los cielos son iguales
Tú vives siempre de tus actos
Amor, Amor, catástrofe
Todo dice que sí
Qué alegría, vivir
¿Regalo, don, entrega?
Bertolt Brecht
Siempre de nuevo, desde que trabajamos entre varios
Canción de la rueda hidráulica
Louis Aragon
Los poetas
Socios de honor
40 años de Menassa en España
La invitación del presidente
Presentación y Concierto
Flamenco, Tango y Poesía
¿Infidelidad?
Videoclip Poesía y Pintura
Mi única familia
Suicidio asistido
En defensa propia
Agenda completa
 
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El argumento nos muestra un protagonista, Don Artemidoro, que desafía las leyes de la naturaleza, viviendo más allá de los 115 años, y que, a partir de los 100, “dona” en vida su cuerpo a la ciencia para ser estudiado, ingresando para ello en un hospital. Un hombre que da su vida para que otros puedan vivir más y mejor.

Durante su estancia en el hospital, se atribuye su longevidad a cualquiera de las alteraciones encontradas en la analítica, pero en realidad, lo que lo sostiene no es ningún hallazgo biológico, sino el deseo de vivir. Muestra de este deseo es la relación que establece con una de las enfermeras del hospital, Marlen, a la que seduce con sus relatos.

Él le dirige a ella la frase clave de la película: “Tú piensas así, porque eres de carne”. Por esta frase sobrevive Don Artemidoro, porque sabe que no es de carne el cuerpo, sino de palabras. Y quizás también, porque no recuerda el pasado y sabe que no se puede volver atrás, como él dice: “A veces cabalgo caballos desesperados que no saben volver a ningún sitio, son caballos que han perdido la memoria” Sólo queda el futuro, todo por hacer.

Don Artemidoro, en el intento de responder a la pregunta de Marlene: “¿Mataste a alguna mujer haciendo el amor?” le contesta: “A una mujer no”, y en un flashback, le relata una historia, donde tres amigos, entre ellos Don Artemidoro, se encuentran cada domingo para ir a ver a un cuarto, Jacinto, que está paralítico en una silla de ruedas, debido a una herida de guerra.

Frente a la expresión del deseo de suicidio de Jacinto, uno de sus amigos le pregunta ¿Acaso es mejor morir que vivir paralítico? Esta pregunta es quizás universal, de todo humano, porque la parálisis no es más que una metáfora de las limitaciones de cada quien, incluso de la única limitación humana por excelencia: no somos inmortales. “Nosotros también estamos mutilados”, le dice este mismo amigo. Entonces, paralíticos vivimos todos, y cada día decidimos seguir viviendo así, con nuestras limitaciones.

El corto nos muestra los dos extremos, el de Don Artemidoro, cuyo deseo lo sostiene más allá de lo biológicamente esperable, y el de Jacinto, el paralítico, cuyo deseo lo lleva a la muerte, respondiendo a la pregunta de su amigo con un: “es mejor morir que vivir paralítico”.

Sin juicios morales, el corto nos muestra esas dos clases de hombres, o esas dos clases de decisiones, los que pactan con otros para la vida, y los que pactan con otros para la muerte.

 

Con intenciones de una meta que se distorsionó, comienza lo que podría ser una sátira sobre la realidad política que vive no sólo España sino todo el mundo.

Es una especie de documental que como arte fusión, confronta las noticias de una realidad contada por la prensa y los medios de difusión, con otra realidad ficcional que pone en juego las interpretaciones que se acercan a ese efecto de verdad tan buscado en cine.

Como hallazgo escenográfico, el uso de máscaras que no logran ocultar la verdadera máscara, aquella que está expresada en los discursos que mantienen los personajes, libremente interpretados por actores que en un senado evocan a la res-pública, con gobernantes globalizados que llevan a cabo la pérdida de conquistas largamente conseguidas.

Un poco de risas, un poco de dulzura y algo de veneno, es la definición que enmarca a esta producción que tiene una trama argumental que permite el juego de diferentes escenarios donde el humor divierte y transforma lo obsceno en situaciones ingenuas.

Desfilan con fuerza fellinezca las grandes masas que ponen de manifiesto las injusticias de esta actualidad, y con un tono de crítica sarcástica pasan con caretas pero sin mordazas los personajes de los grandes poderes arrojando a la sociedad a un destino de abismo. Un estado que fue asumido a través del engaño, la iglesia y su corrupción, la educación y su represión, la salud amenazada de muerte, un cruel racismo pesando sobre los inmigrantes y aquí la tragedia toma forma de poema y da paso a un temerario desnudo, admirable metáfora que muestra al hombre entregando su vida por papeles, perdiendo su condición humana, y muriendo desnudo como un perro.

Hay cortes que se producen cuando las secuencias argumentales son atravesadas por la poesía, (Alberti, Tuñón, Menassa), que a veces toma otras formas de creación como el baile o la pintura y que pasan a ser el capital del goce que se resiste a ser perdido y cuya estética es una propuesta para que la vejez sea lo natural del destino del hombre.

La voz del poeta Miguel Oscar Menassa, director de esta película, hace pasar una vez más su estilo inconfundible como en sus otras dos producciones cinematográficas, poeta, psicoanalista, pintor, coordinador de grupos de creación, nos muestra que la historia no siempre la escriben los que ganan el poder, sino que también es escrita por aquellos poetas o creadores, que Dios desparrama como siembra por los países, para que dejen otro tipo de testimonio.

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA