CARILDA OLIVER LABRA
Cuba, 1922 |
LOS ENCUENTROS
I
A veces va una por la calle, triste,
pidiendo que el canario no se muera
y apenas se da cuenta de que existe
un semáforo, el pan, la primavera.
A veces va una por la calle, sola
-ay, no queriendo averiguar si espera-,
y el ruido de algún rostro que se inmola
nos pone a sollozar de otra manera.
A veces por la calle, entretenida,
va una sin permiso de la vida,
con un hambre de todo casi fiera.
A veces va una así desamparada,
como pudiendo enamorar la nada
y el milagro aparece en una acera.
II
Sí, la noche te trajo. Yo, dorada,
prosa, casto limón, convaleciente
del último quizás de tu mirada,
bajé por la ternura de repente.

Trabajos nocturnos de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 30x30 cm.
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Punto de encuentro de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 35x27 cm.
¿Qué hiciste entonces con tu boca urgente
en mi mano de libro y enramada?
Trataste como un gajo del poniente
la mano que me sigue iluminada?
No sé. No sé enterarme de este asunto.
No sé. No sé: me conmoví despacio.
(Quede la sinrazón por testimonio)
Pero recuerdo que a las nueve en punto
rodó ya carcomido en su palacio
mi corazón de estatua y de demonio.
III
Saliste tú y no el sol, de mediodía,
pues llamo al imposible por su nombre.
Parado de repente, como un hombre,
eras casi la luz que me insistía.
Tu casa estaba, por lo sola, fría,
y cuando nos besamos tuvo un ala
que aún debe estar volando por la sala.
Dije que no, que tumba, que venía
un porvenir de arañas y de acero.
Dije que no, que no; lo dije pero
la lluvia es una lágrima tan bella
(siempre ha llovido donde muero y paso)
que hubo el silencio del amor acaso
y entre mis muslos progresó la estrella.
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