SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
¿Dónde estará el amor?
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Charles Bukowski
El timo
188
Trapicheos en Hollywood
El chico volador
En todo su esplendor
La columna
Al cabo
Poemas hallados
Nadie sino tú
De la habitación del enfermo al sol blanco y abrasador
Excusas
Desentrañarlo hasta el fondo
Evgueni Evtuchenko
Conversación con un escritor americano
Misterios
Siempre se encontrará
¡Ánimo muchachos!
¡Ciudadanos, escuchadme!
Ternura
La cólera
Entre la ciudad sí y la ciudad no
Frescores
Vicente Aleixandre
El mar no es una hoja de papel
Sobre tu pecho unas letras
Socios de honor
Agenda Grupo Cero
Descargar nº 141
en PDF

EVGUENI EVTUCHENKO

Siberia, 1933

SIEMPRE SE ENCONTRARÁ

Siempre se encontrará una mano de mujer
que, fresca y leve,
compadeciéndote, con un poco de amor,
como a un hermano te consuele.

Siempre se encontrará un hombro de mujer
para tu respirar acalorado,
donde, apoyando tu cabeza loca,
confiar puedas tu rebelde sueño.

Siempre se encontrarán unos ojos de mujer
que al ver tu sufrimiento,
te calmen el dolor
o un poco del dolor al menos.

Pero hay una mano de mujer
dulce como ninguna
cuando la frente atormentada toca
como la eternidad, como el destino.

Pero hay un hombro de mujer
que, sin saber por qué, se ha dado a ti,
y no por una noche, sino para siempre,
y hace ya mucho tiempo que lo comprendiste.

Pero hay unos ojos de mujer
que siempre miran con tristeza:
los ojos que serán, mientras tú vivas,
los ojos de tu amor y tu conciencia.

Y tú vives, a pesar de todo,
pero esa mano sólo no es bastante
para ti, ni ese hombro, ni esos ojos sagrados,
a los que tantas veces traicionaste.

Y al fin llega el castigo para ti.
“¡Traidor!”, te abofetea la lluvia.
“¡Traidor!”, las ramas te fustigan en la cara.
“¡Traidor!”, resuena por el bosque el eco.

Te agitas, te atormentas, te entristeces.
Ni siquiera tú mismo puedes perdonarte.
Sólo esa mano transparente te perdonará
aunque la ofensa es grave.

Sólo ese hombro cansado
te ha de perdonar, ahora y siempre.
Sólo esos ojos tristes
perdonarán lo que perdón no tiene.

¡ÁNIMO MUCHACHOS!

Yo era cruel,
desenmascaraba con brío,
sin preocuparme de mis propios defectos.
Me parecía
que a la gente enseñaba
cómo hay que vivir
y que la gente aprendía.
Pero
empecé a perdonar...
¡Signo alarmante!

Y cierta vez, en una intervención mía,
una encantadora ayudante de laboratorio con gafas
me dijo que yo veía las cosas con liberalidad.
Vienen muchachos
altivos y autoritarios.
Apretando sus tiernos puñitos,
con el sofoco del placer supremo,
intrépidamente desenmascaran
mis debilidades.

¡Ánimo, muchachos!
¡Ánimo!
¡Sed firmes!
Sencillamente, soy mayor que vosotros en saber.
Al dejar de ser crueles con los demás,
dejamos de ser jóvenes.
Avergonzado,
me doy cuenta
de que soy más listo.
Vosotros sois menos razonables,
pero no es nada malo,
porque hasta en vuestra injusticia
sois justos a veces.
¡Ánimo, muchachos!
Pero sabed
que cuando seáis mayores
y juréis no volver a equivocaros,
os cansaréis de vuestra propia crueldad
y poco a poco seréis más bondadosos.
Otros muchachos
altivos y autoritarios
vendrán
apretando sus tiernos puñitos
con el sofoco del placer supremo
y arremeterán
contra vuestras debilidades.
Y
os profetizo
que sufriréis,
y llegaréis a enseñar los dientes de rabia,
pero, a pesar de todo, conseguiréis tener
el valor de decir,
por mucho que os cueste:
“¡Ánimo, muchachos!”

www.indiogris.com

 

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA