CIEGA POR EL RESPLANDOR
                    No buscaba las calidades de tu piel rociada por la lluvia,
                      ni tus hombros descubiertos al amanecer,
                      no buscaba tu risa seductora,
                      ni tu cuerpo abierto al llegar la hora,
                      no podía consolarme con tu llegada,
                      ni con tus caderas que se declaraban.
                    La felicidad padeció de necesidad.
                      Él, no pudo darle nada,
                      ella, no aceptaba.
                      Renunció,
                      ciega por el resplandor
                      y sin encuentro
                      la búsqueda fantasmal terminó.
                    Adiós, adiós con el fuego, con el alma,
                      con la pasión, adiós con el frenesí
                      de un cuerpo inventado,
                      con las sombras de los árboles al costado
                      en medio de un jardín de rosas soñado.
                      ¿La ves?
                      es una mujer, ha llegado.
                     
                    POTRO SALVAJE
                    Jugamos para que el juego nos trajera
                      una realidad alguna vez perdida
                      imposible de recordar.
                    Imaginábamos montar en el lomo de un potro salvaje,
                      rodeados de flores caídas desde su pelo invernal,
                      por sus manos desbocadas en el sentido de los destellos
                      de aquella piel transparente.
                    Yo solía asomarme, revolotear alegre
                      y alcanzar alguna libertad.