183. Cada quien huye de las palabras que puede llegar a pronunciar.
261. Todo cae bajo las consecuencias del discurso. No se puede hablar ingenuamente de nada, incluso la idea que se tiene de la muerte es inseparable del discurso.
272. Encerrado entre las cornisas de la nostalgia y condenado a vivir, sube las escaleras como quien se acerca al relámpago de la voz que se aleja del agónico pliegue del infierno de Dante.
312. El masoquista no se alimenta del dolor sino de quedarse sin palabra.
389. No se envidia algo que nos apetece sino lo que al otro satisface. Por eso la envidia requiere el mecanismo de identificación.
451. Cuando el pensamiento nos sostiene, no nos conformamos con ser vencidos por los caminos trillados. Cuando hay pensamiento no hay vencedores ni vencidos.
500. Ella no lo tiene, luego puede tenerlo; él lo tiene, luego puede perderlo. Así es como, ella y él, entran en la relación ordenada y simbolizada de la diferenciación de los sexos, marcada por la estructura fundamental de la prohibición del incesto.
590. Los padecimientos no son sucesos pasados sino formas actualmente presentes. El sujeto repite, en análisis, sus inhibiciones, sus actitudes inadecuadas, sus rasgos de carácter patológicos, repite todos sus síntomas… pero hay una gran diferencia entre la inercia del pasado, sin repetición, la inercia de las tradiciones, y el pasado singular de la repetición significante. El pasado, en análisis… se transforma.
673. La mutación de la calidad, que a partir de Marx, arraiga en la cantidad, es lo que hace que no queramos ser mejores sino más. Ser más nos hará mejores; cuantos más participen en mi construcción, mejor seré.