OJO, CORTA LO QUE TE SOBRE, DEL CENTRO O DEL FINAL...
Escribir –desde el punto de vista literario, claro está–, es el Arte de dibujar palabras, ordenando y desordenando sus trazos hasta conseguir la estética del lenguaje; ser capaz de despertar del letargo a alguna o todas las emociones que, al menos en potencia, nos han sido dadas para poder percibir más allá del mero instinto. Escribir de esta manera, es lograr que un lápiz, o un teclado, se conviertan en pincel, y un papel en lienzo; convertir un sueño en un pájaro con alas de nieve, o hacer de una vida que no fue, la aventura más intrigante del planeta. Es hacer que una palabra valga más que mil imágenes, y no a la inversa. “Escribir es vivir”, dice el título de un libro de José Luis Sampedro. Y vaya si lo es.
Por el placer de contar se escriben versos y, sumado uno tras otro, nos llueven en los labios cortinas de poemas. Por el placer de contar se inventan las historias, porque, al contar y contar, se comparte, se renace, y se vive doblemente la experiencia; toma formas nuevas y pasa a pertenecer a quien lo lea.
Es, como un legado agradecido que donamos a la vida.
El día aquel, la noche de aquel año 2007 en que arrancó esta particular tertulia en el Café Gijón, aún la recuerdo. Estaban “ellos” y estaban sus hermanos, estaban sus Maestras y algún poeta menos cuerdo, de esos que hacen falta por la vida, que llevó serpentinas y narices de payaso. Los chicos y chicas de Argadini aún tenían los ojos manchados de colores por las vivencias pictóricas de varios cursos en el Thyssen y, ahora, iniciaban la experiencia literaria apuntando directo al centro de la diana: no valía cualquier lugar, sino que había de ser allí donde los grandes literatos, que son y que hayan sido, se reunieron y reúnen alrededor de una taza de café y unas historias bien contadas (o unos versos bien medidos). No podía ser sino el literario Gran Café de Gijón, más conocido como “El Gijón”, a secas.
Placer de Letras es lo que se siente contemplando el bulevar desde sus eternos ventanales, mientras un poema se derrama de los labios a las manos (o viceversa), y alguien observa con los ojos y el oído alerta...