SUMARIO
Editorial
Jacques Prévert
Todo se iba..
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Germán Pardo García
Sombras acústicas
Venus vesperal
Elegía a los muertos actuales
Atómica flor
Frescores
Norma Menassa
El realismo
Cesare Pavese
Las brujas
"En defensa propia" una película de Miguel Oscar Menassa
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GERMÁN PARDO GARCÍA

Colombia, 1902

A VENUS VESPERAL

La tarde roja al fin amarillea
por un costado; y al Oeste, entinta
de gris pizarra la nocturna cinta
donde el color galáctico platea.

No avances más, ¡oh sombra que adulteras
los himnos de la noche, suspendida
con su gravitación sobre mi vida,
lavada por ocultas torrenteras!

¡Quédate así, lejana, en este instante
perfectísimo y hondo, que podría ser
de nuevo la Eterna Poesía,
de cíngulo heridor y halo irradiante!

Ya Venus vesperal torna desnuda,
y al roce de sus iris restablece
sobre el lago espectral donde se mece,
la emoción que a sus tránsitos anuda.

Y no se sabe si brotó del cielo,
o si es el agua que al espacio enflora
con esta maravilla alojadora
de un valle franco a la invasión del vuelo.

Porque en mi planetario de granito,
¡oh Venus fascinante! tú figuras
como una plataforma en las alturas,
para el salto veloz al infinito.

¡Qué pronto se partieron tus murallas
ante el avance cristalino y mudo
de las retinas, y la Tierra pudo
conquistarte en sus cósmicas batallas!

Porque la Tierra solitaria lucha
por entibiar su aniquilante frío,
lanzando como ráfaga al vacío,
sondas que nadie en el Misterio escucha.

¡Inútil es que al Universo asombres
con tu disparo, oh Tierra atormentada!
¡Inútil que a la cúpula estrellada
se desplace el imperio de los hombres!

El grito que transmites, ¡oh Conciencia!
vuelve al radar; y tu creciente llanto
lo arrastra tu satélite de espanto
por la desoladora transparencia.

¡Oh soledad del Cosmos, donde el Fuego
como un arcángel, desnudó su espada!
¡Oh claridad sombría, codiciada
por el Dolor desesperado y ciego!

¿Qué buscas en planicies donde hiela
perpetuamente, porque ardor y escarcha
limitan el empuje de tu marcha
más allá de la oscura pasarela?

Si te desencadenas, ¡oh criatura!
contra el Cosmos, conduce tus cadenas,
porque en las raudas órbitas serenas
no podrás encontrar ni una amargura.

Tu evasión al silencio ultramundano
y hacia otra fantasía, la comprende
mi espíritu bilingüe, porque entiende
la palabra del Mundo y de lo Arcano.

No te bastó la Angustia, ni la Nada
corroyendo tus hondas energías.
¡Oh coloso de barro: tú querías
la misma Eternidad encadenada!

Y a tiempo en que tu espíritu construye
su nave parabólica, hechizado
por su amor te engrandeces a su lado,
sin saber que el que ama se destruye.


La bella durmiente de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x81 cm.


El poeta y el oro de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x81 cm.

De estaño y cobre y aluminio vistes
y te ejercitas en mortal encierro,
con tus ojos hondísimos de perro,
errátiles y hermosamente tristes.

Y en el instante en que la noche engema
su densidad, ¡oh Bruto Iluminado!
te ciñes la coraza del soldado
y en la sien de cristal hosca diadema.

Vas a partir; los débiles te vemos
de rodillas y atónitos, y alzamos
hacia ti nuestra frente y contemplamos
la pequeñez que somos y seremos.

Y saltas al navío crepitante
de alas agudas y pulmón de acero,
y clavas en su flanco delantero
tu bandera de Cósmico Almirante.

Regresa vivo a nuestro umbral, o muerto.
Victorioso o vencido, pero vuelve
trayéndonos la clave que resuelve
los enigmas del Trágico Desierto.

Venus explora; y como alción dorado
sobre un roble de vidrio y terciopelo,
las uñas bruñe y cuida con recelo
la entrada a su perímetro apagado.

Para que viva un solo alumbramiento
por la musgosa grieta de tu entraña,
¡cuánta perturbación en la montaña
y en mis sienes qué gran desgarramiento!

Hechizo al fin, ¡estática Belleza!
con el odio escondido del que ama
me descubres tu seco panorama,
tu ira facial y tu interior corteza.

Y a la vez que mi espíritu construye
su nave para el piélago enlutado,
te ama sin fin y encúmbrase a tu lado,
sin saber que el que ama se destruye.

Abandóname, límpida pantera
de torso azul y corazón tranquilo,
como la inmensidad que en el berilo
reproduce su calma traicionera.

Déjame un solo día sin herirme;
un solo instante sin mirar el rostro
de tu divinidad, a la que postro
mi corazón entero hasta morirme.

Permanece en tus ámbitos anclada,
más allá de los orbes evasivos;
más allá de mis sueños convulsivos
de ángel brutal que desnudó su espada.

Sé como Venus, intangible y pura
y admirable en sus órbitas serenas,
sin que la tempestad de sus arenas
horrorice mi noche prematura.

Mas, ¿qué será de mí cuando el estrago
de tu armonía, que mi carne ulcera,
no me arroje en su cauda torrentera
hacia la muerte en prodigioso lago?

Soñar, arder, partir contra el Abismo;
crear bajo el diluvio de las llamas;
oír en la demencia de las ramas
un ruiseñor satánico, ¡es lo mismo!

Partir, soñar; la noche se agiganta;
la combustión del gas cimbra y flamea,
y el largo tolenaje de la tea
como águila de níquel se levanta.

Pero es inútil que al espacio asombres
con tu disparo, ¡oh Tierra atormentada!
¡Inútil que a la cúpula estrellada
se desplace el imperio de los hombres!

Porque aquí, donde el suelo dilapida
los embriones, carbonos y glucosas,
prolifera en los seres y en las cosas
un misterio más grande: ¡el de la Vida!

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA