SUMARIO
Editorial
Jacques Prévert
Todo se iba..
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Germán Pardo García
Sombras acústicas
Venus vesperal
Elegía a los muertos actuales
Atómica flor
Frescores
Norma Menassa
El realismo
Cesare Pavese
Las brujas
"En defensa propia" una película de Miguel Oscar Menassa
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GERMÁN PARDO GARCÍA

Colombia, 1902

SOMBRAS ACÚSTICAS

Presiento que mi audífono
se silenció tal vez por siempre.
¿No finge en la oscuridad dura mano que un sigilo agobia?

Solía transmitir a este lugar en que trabajo
mi espiral escritura,
testimonios de vida, cordiales alarmas,
y aproximar cosas distantes
a mis sentidos de halcón solo y certero.

La campanilla eléctrica,
en su desorden excitante,
era para mis instintos célibes
como linda muchacha de diecisiete años,
celeridad de brisa en las piernas salubres
y tumulto de sonidos metálicos en la boca,
incitándome continuamente a dialogar.

Cierta mañana leía yo el relato de un navegante noruego
desaparecido más allá de las islas Lofoten.
Uno de esos relatos de marinos ebrios
de mostos y amargura,
que se hunden con sus bergantines
y vuelven cada mil noches en la sombra,
atemorizando con sus gritos a los pescadores de atún.

Repentino el teléfono
hizo estallar todas sus ávidas burbujas
de ruido intermitente.
Pregunté: ¿cuál lucero me invoca?
Soy un vagabundo del espacio,
y ansío escuchar si mi espíritu repercute
en el centro de Dios.
A través del audífono
sentí rumor de labios entreabriéndose,
como flor sostenida en la distancia.
¿Labios, o vivas hojas
casi labios?
¿Hojas tiñéndose de rojo bermellón?
No lo sé.
¡Hay tantas cosas en mi vida
de las que ignoro las sepultas claves!
El pez luz que habita los estuarios de mi memoria,
como en los hondos filtros de la tarde
la nube de ligeras minorías;
esa vegetación azul enlazada
a mi raíz aérea;
ese rastro de espumas, ¿de qué mares?
sobre mi lucidez adormecida;
ese clamor que a veces oigo crecer como la onda de un
estallido,
y que semeja la furia de Prometeo ya desencadenado,
o el grito que lanzan al nacer unas imágenes
de cal y sombra,
con nombres de personas futuras,
que aún no viven su tiempo inexistente.

Tú llamabas, estrella de mis contactos heterogéneos.
Sentíase tu voz de fronda humana,
insinuándose con fáciles preludios y con leves
efluvios de betónica y espliego.
Alguna vez te dije: amo tu voz oriunda de mis selvas
colombianas;
crecida al sur en los columpios del viento amazónico,
y vertida después entre los vasos
acústicos de México,
en afluente de sílabas tonales
descendidas al mar de Mazatlán.

Proclamabas: el nuevo día crece tan puro como nunca
y la hoja del calendario con la cifra de ayer,
incéndiase en un sol líquido y verde
sobre un país de sábalos azules.
¿No oyes llegar a tu silencio los generales ruidos del mar?

Un trasatlántico parte rumbo a Singapur
dilatando el pulmón de sus calderas.
Grupos de enérgicos tritones
patrullan las acuáticas colinas.
Olas binarias, sólidos taladros
perforan amarillos terraplenes.
Por todas partes ruidos, multiplicantes ruidos.
La existencia del mar, su libre masa
llena de orgullo y corpulentos ruidos.

 

Voy a hundirme en su baño que me abraza con el vigor
de un hombre.
Un joven marinero desnudo me contempla
y un alcatraz al vértigo me incita.
Desde aquí te saludo,
¡oh, bronco talador de árboles negros!
¡Oh, escuchador de internas tempestades!
¡Oh, adorador pagado del océano!
¡Oh, sumergido explorador!

Exclamé: desde esta suave claridad del altiplano
a ti mi voz insojuzgable envío,
¡oh, virgen muscular, conquistadora de los ramos atléticos!
Mi espíritu esquiador de nubes hondas
va tras de ti en la rapidez de tus marítimos combates.
El fuego olímpico puede viajar entre tus manos
como roja bandera izada en blancos mástiles.
Luces de los esquifes el diseño
y el velocímetro que marca
tu propulsión sobre la espuma,
te reconoce vencedoras jerarquías.

Tienes del mar los atributos.
Un día
caminaba yo por la ribera
del nobilísimo Mediterráneo,
lejos de ti,
allá donde la conmoción dulce de Italia
se junta con el viento de los Alpes franceses.

Era el fin del invierno europeo
y al andar sobre las últimas hojas parecíame
herir alguna cosa de mi alma.
Reconocí en el primer deshielo de las cumbres
algo de las fuentes eternas
que me dan la salud de los cuerpos y el dominio,
haciéndome sentir que más allá de toda fragilidad yo soy
la Fuerza,
y aún después de toda consumación yo soy la Vida.

Lancé una gran sonda de exploración al infinito
para comunicarme con el verdadero mundo:
ese que está en la piel brillando hasta la ofuscación celeste,
o acumulando células al pie de los sepulcros.
Mi espísitu bifronte,
cerca al mar,
absorbió los elementos minerales
que sustentan al ser.
Como esos islotes rocosos llenos de crustáceos
que abundan a orillas de la abierta fulguración hidráulica,
así mi cuerpo
al alcanzar su misterio más alto
y cubrirse de moléculas saladas,
hierro y fósforo y cobre y silicatos,
y un vigor animal participándoles
avidez insaciable a mis sentidos.

(sigue...)


Buscando la máscara de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x81 cm.


Una orquesta en tu voz de Miguel Oscar Menassa. Óleo sobre lienzo de 81x100 cm.
NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA