JUANA DE IBARBOUROU
Uruguay, 1895 |
EL GRITO
La noche cálida como una axila
Y el mar espejeando en la sombra.
El grano rubio de los luceros
Se muele en la eterna tahona.
Y cae la harina misteriosa de la luz
Sobre el agua ágil y ronca.
En la orilla, espectadora ávida,
Devoro con los ojos el manjar divino.
Negado a mi boca amarga.
Un canto de marineros
Hace aguda la noche redonda.
Yo muerdo un deseo imposible
Sentada en la rueda de las sombras.
Y doy un grito, un grito filoso
Para cortar el cable que me ata a una tierra.
¡A una sola tierra!
De la que conozco hasta el polvo
Que baila en los vientos.
(Los vientos tienen olor
A paja brava y a selva.)
El grito inútil cae en el mar
Como una gaviota herida en las alas.
¡Noche, noche tropical,
Que no has querido cercenar mi amarra!
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RUTA
Apaciguada estoy, apaciguada,
Muertos ya los neblíes de la sangre.
Silencio es, silencio,
El día que empezaba en jazmín suave.
Por otras calles voy mucho más altas,
Bajo un gélido cielo de palomas.
Es limpio, enjuto, el aire que me roza
Y hay en el campo frías amapolas.
Serena voy, serena, ya quebradas
Las ardientes raíces de los nervios.
Queda detrás el límite
Y empieza el nuevo cielo.
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MARIPOSA NOCTURNA
¿Quién podría abrazarte, diosa oscura,
quién osaría acariciar tu cuerpo
o respirar el aire de la noche
por entre el pelo pardo de tu cara?...
¡Ah! ¿quién te enlazaría cuando pasas
sobre la frente como un soplo y zumba
la estancia sacudida por tu vuelo
y quién podría ¡sin morir! sentirte
temblar sobre los labios detenida
o reír en la sombra, descubierto,
cuando tu manto azota las paredes?...
¿Por qué venir a la mansión del hombre
si no se es de su carne ni se tiene
voz ni se puede comprender los muros?
¿Por qué traer la ciega noche extensa
que no cabe en el cáliz de los límites...
Desde el tácito aliento de la sombra
que la floresta tiende en las vertientes
-quebrada roca, imprevisible musgo-,
desde troncos o lazos de lianas,
desde la voz lasciva del silencio
vienen los ojos de tus alas lentas.
Da la datura su canción nocturna
que trasciende al compás que va la hiedra
ascendiendo hacia el talle de los árboles
cuando el crótalo arrastra sus anillos
y leves voces laten en gargantas
entre el cieno que nutre al lirio blanco
mirado por la noche intensamente...
Sobre montes velludos, sobre playas
donde las olas blancas se deshojan
la soledad tendida está a tu vuelo...
¿Por qué traes a la alcoba,
a la ventana abierta, confiada, el terror?...

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