SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
Domingo 5 de octubre
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Emily Dickinson
410
508
601
Rosalía de Castro
En su cárcel de espino y rosas
Aún otra amarga gota en el mar sin orillas
Gabriela Mistral
La otra
Puertas
Alfonsina Storni
La loba
Saludo al hombre
Retrato de un muchacho que se llama Sigfrido
Juana de Ibarbourou
El grito
Ruta
Rosa Chacel
Mariposa nocturna
Oda a la alegría
Libros

Poesía y Psicoanálisis
(1971-1991)

La cosa de la carne (III) (a)
La cosa de la carne (III) (b)
La cosa de la carne (III) (c)
Aforismos
Promoción especial para estudiar psicoanálisis
Curso 2011-2012
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-Comprendo -dijo Don Artemidoro, interrumpiéndome- las aguas en el sur lo están destruyendo todo, 300.000 comunistas de Praga piden el fin del comunismo, empresa israelí lucha en contra de la guerrilla en El Salvador, helicóptero de la VI flota se estrella en aguas de Almería, toxicómanos de las fronteras piden desesperadamente ayuda a quienes han expulsado a los camellos del barrio, Madrid es la región con más niños con Sida, un demente mata con unas tijeras a un peletero de Torrejón, se ofrecen tratamientos dudosos para pacientes terminales, Once preocupados por ciegos producidos por hospitales, África devastada por el Sida...
Yo, que no aguantaba más la enumeración le dije, para inte-rrumpirlo a mi vez:
-Es otro nivel, negocios que no paran, ponte al día, el más suave, hay muchos motivos para llamar a Francia máximo poder, con un poco de suerte la declaración no corre por su cuenta, fiestas que dejan recuerdos, ahora a la venta, como ser santo y borracho a la vez, tenemos muchas razones para estar de su parte, como tú lo quieres, más calidad de vida, porque la mejor inversión es la educación de sus hijos.
-Eso es publicidad dijo Don Artemidoro, lacónicamente sin decir más nada y yo tampoco, y nos quedamos en silencio. Un silencio fuerte, conversador.
Y, yo era el caballo brioso y desesperado que galopaba por el silencio, Don Artemidoro había desaparecido, la experiencia estaba a punto de comenzar, él soñaría y yo, por fin, conocería de manera directa uno de sus sueños.
Don Artemidoro, yacía, desaparecido, ahí, en un rincón del salón, yo me acomodé en la silla y dí la última calada, chupé con voluntad del canuto hasta agotarlo y luego, dejé caer los brazos al costado de mi cuerpo y para relajarme pensé en altas montañas americanas y en mi maestro indio. Así llegué casi hasta el desvanecimiento.

Lo primero que ví fue un águila macho tragándose todo el viento en su voracidad de volar y antes de desaparecer, yo también, dije sonriendo:
-El águila soy yo, el águila soy yo... soy yo... yo... y... Camila Fuentes, la condesa de la uva, se destacaba nítida contra el telón de fondo. Marlem, montada en una bicicleta de tres ruedas intentaba silbar. Ágata la misionera aparecía, más que crucificada abrazando una cruz de suave madera holandesa, que crece en la selva misionera argentina, al costado derecho de Marlem. Don Artemidoro aparecía en su propio sueño luchando en varios idiomas con tigres de papel y osos polares clandestinos. Alexis, con las dos manos, tocaba la guitarra, recordando canciones de Víctor Jara. Juan parecía, en el sueño de Don Artemidoro, un cadáver viviente, Pardales aparecía y desaparecía, como formando transparencias sobre el cuerpo de Juan y en el centro del sueño aparecía yo, sentado en la silla, con los brazos caídos al costado del cuerpo, viendo volar un águila, ya sin sexo definido, y esta vez, claramente, escribiendo mensajes en su vuelo.
Primer mensaje: soy lo que vuela.
Segundo mensaje: encadenadme y seré lo encadenado que vuela.
Tercer mensaje: matadme y seré lo encadenado, muerto, que vuela.

 

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Ladrones en la cueva de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 40x50 cm.

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA