SUMARIO
Miguel Oscar Menassa
Hay almas que hasta que no se las invente no se las conocerá (I)
Hay almas que hasta que no se las invente no se las conocerá (II)
Hay almas que hasta que no se las invente no se las conocerá (III)
Alberto Szpunberg
Apuntes
Parábolas
Navegaciones Naufragios Andanzas
Vicente Huidobro
Adán en la montaña
Esta cabeza paseando por el mundo
Mario Trejo
Con las espumas hacia el sur
Socios de Honor
Carnaval de la Tercera Edad
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CARNAVAL DE LA TERCERA EDAD
O CÓMO LLEGAR A LOS 100 AÑOS

Somos la tercera edad
y en el carnaval estamos
para festejar la muerte
de todo lo que hace mal.

Me hace mal, me hace mal,
gritaba la señora,
que después de los setenta
todo el mundo te respeta.

A mí me divierte mucho
pero me hace mal, muy mal,
que cuando hablan los jóvenes
defiendan no saber nada.

Yo soy una mujer libre
y tengo setenta años
pero trabajé a destajo
desde que cumplí los diez.

Y si alguien se sorprende
de que yo vivo tan bien
casi sin enfermedad
y la piel una pintura,

yo les quiero aconsejar:
para no morir en vida
hay que bailar y follar
en cada oportunidad.

Y si nadie quiere
bailar ni follar
leeremos un poema
y no nos irá tan mal.

A la letra, a la letra,
dice la muchacha.
Ábrete un poquito
le dice el mocetón.

Y el poema viene y va
y al mundo todo entretiene
cuando las palabras dicen:
Tonto, tonto, tonto es

el que se pone a pensar
cuando le toca bailar,
cuando le toca vivir
el goce de los setenta.

Me hace mal, me hace mal,
que a los setenta años
mis nietos no me dejen
ver la televisión.

 

 

 

Y dale con que al abuelo
la guerra le hace mal
me perdí cuatro películas
y las noticias, fatal.

Y después, temen mostrarme
los programas infantiles
por las dudas algún chiste
me toque muy bien los nervios.

Y después, de lo sexual,
ya nadie me quiere hablar
como si yo apestara
o no sintiera ya nada.

El otro día escuché
que se contaban un chiste
donde era fácil escuchar
del lobo el intenso aullido.

Le preguntan al abuelo
cuánto tiempo ha pasado
que con la abuela no hacen
pim, pam, púm, pim, pam, púm.

El abuelo, pensativo
y levantando los brazos
produce un aullido tal
tan potente y prolongado
como indicando: Que allá,
alguna vez ha gozado.

Pero hay algo que no saben
los ingenuos comediantes:
que el abuelo galopó
yeguas de cualquier pelaje

y a la mujer en su corazón
le hizo un pequeño trono
y la dejó sentada
casi dos semanas
mientras él bailaba
en el carnaval.

Cuando despertaron,
ella, embellecida,
dijo que lo amaba
y que su amor
sería para siempre,
para toda la vida.

¡Toda la vida! no me gusta
hace mal, muy mal,
gritaba el abuelito
mientras bailaba el can can.

Mas ella, enternecida,
le respondió con gracia:
Ya sé, no soy la única
ni cuando te cocino
la tortilla de patatas.

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA