SUMARIO
Miguel Oscar Menassa
Hay almas que hasta que no se las invente no se las conocerá (I)
Hay almas que hasta que no se las invente no se las conocerá (II)
Hay almas que hasta que no se las invente no se las conocerá (III)
Alberto Szpunberg
Apuntes
Parábolas
Navegaciones Naufragios Andanzas
Vicente Huidobro
Adán en la montaña
Esta cabeza paseando por el mundo
Mario Trejo
Con las espumas hacia el sur
Socios de Honor
Carnaval de la Tercera Edad
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PARÁBOLAS

I

Pensativa en el balcón
casi como la hoja en el aire
cuando lo único que la agita es la luz,
trémula y efímera como el equilibrio entre el cielo y la
tierra
y grave y definitiva como el equilibrio entre el cielo y la
tierra.
Sólo ella puede decir que los hombres que caminan allá
abajo
son como las nubes que avanzan por arriba, también ella,
formas que cambian al amparo del otoño, o de ella
quizás, o del aire suave, del tierno frío
que parece derramarse sobre el mundo desde sus manos
sostenidas en un adiós.

II

La hoja entre sus manos,
ah, si ella mirara a trasluz de sus nervaduras
como yo a trasluz de sus manos
sigo las líneas que conducen
hasta ese instante en que ella retiene la hoja entre sus
manos
a punto de abrirse en ese gesto, tan vano si se quiere,
pero gesto
que ilumina la caída -una caída, otra caída, "¿treinta mil
caídas?"- sobre el mundo, allá en el sur, allá tan lejos.

III

Ah, si ella supiera que entre esa hoja y la tierra cabe mi
corazón,
mejor dicho, si ella supiera que entre esa hoja y la tierra
estremecida por la prisa de los hombres cabe mi corazón
como si fuera la huella de las formas que cambian como
nubes que avanzan por arriba, como hombres,
mejor dicho, dos o tres pasos -"¿los muchachos? ¿son
ellos que vuelven?-, y otro giro apenas, una palabra,
poco más.

IV

Una palabra, poco más, pero qué menos que una palabra
como una hoja abandonada en el aire por sus manos
que abre el silencio en ese punto, ese giro
por donde siempre asoma la muerte, poco menos
que una palabra que no dice nada, "muerte", precisamente
nada,
absurda e inexistente como el silencio, este silencio
que pretende olvidar sus labios -alucinados- que la
pronuncian.

V

Sus giros en el aire,
imaginemos sus giros en el aire -casi luz-, el mismo aire
que cambia las formas de las nubes, también ella,
y las formas cambiantes de los hombres, acaso ella, esta
palabra.
Imaginemos sus giros en el aire, el roce de sus giros
en el aire, esta palabra abandonada como una
huella sobre la tierra estremecida por la prisa de los
hombres
donde la poesía, tan vana si se quiere, insiste en ser.

VI

Lo absurdo de pretender detenerla en medio de sus giros
hasta reducir la palabra a esto que burla el silencio,
hasta reducir la hoja a huella -una entre tantas-, crujido
bajo la prisa, poco más que un crujido, poco más.


www.momgallery.com - (D2460) MOM

 


Balada de la juventud de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 35x27 cm.

VII

Para entender, por qué no, para decir la palabra o poco
más
que diga la hoja que vuela pero cae, sí, cae
como si el otoño hoy no fuera esa hoja,
este silencio desde donde la miro, tanta distancia
como la que ahora ya separa la hoja de sus manos,
de su irreversible gesto de abandonarla a volar que ya es
caer
por pura gravedad, duro presentimiento contra el mundo.

VIII

Volvamos a empezar:
ah, si ella mirara a trasluz de este poema
como yo sigo los giros de la hoja -las líneas que
conducen- a trasluz del aire,
mejor dicho, esta palabra -ni cielo ni tierra, ni voz ni
silencio- a trasluz de las huellas- "¿son ellos?" -de los
hombres sobre el mundo
que gira -imaginemos sus giros- hasta extender toda la luz
para que pueda reposar la hoja que deja caer, ella, ellos
que vuelven, este poema quedamente.

IX

Volvamos a empezar,
mejor dicho, ¿en medio de qué aire o viento, digamos
viento, cayó la hoja que ha levantado para dejarla
caer, o sea, para dejar que vuelva a empezar a caer en
medio de otro aire, digamos país, digamos viento,
otro viento que la devuelva a otra hoja, a otras
manos que vuelvan a empezar en ese gesto tan vano
si se quiere -"pensativa en el balcón"- de volver a
empezar lo que nunca comienza ni termina?

X

Ella vuelve del balcón, sonríe, gira
y sus manos sobre mi frente borran toda la sombra de
las huellas, todas las prisas,
"trémula y efímera como el equilibrio entre el cielo y la
tierra".
Por qué, me pregunta por qué
cuando acaso el amor -la poesía, tan vana si se quiere-
es la única coherencia de lo azaroso.

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA