EXILIO
II
A ninguna ribera dedicado, a ninguna página
confiado el inicio puro de este canto...
Otros se cogen, en los templos, del cuerno pintado
de los altares:
¡Mi gloria está en las arenas! ¡Mi
gloria está en las arenas!... Y no es
caer en error, oh Peregrino,
el codiciar el área más desnuda
para reunir en las sirtes del exilio un gran
poema nacido de nada, un gran poema hecho de
nada...
¡Silbad, oh hondas por el mundo, cantad,
oh caracolas sobre las aguas!
Fundé sobre el abismo y la neblina y la
humareda de las arenas. Me tenderé en
los aljibes y en los huecos navíos,
en todos los lugares vanos y desabridos donde
yace el sabor de la grandeza.
“...Menos brisas lisonjeaban a la familia
de los Julios; menos alianzas asistían
a las grandes castas sacerdotales.
Donde se van las arenas hacia su canto, se van
los Príncipes del exilio,
donde estuvieron las velas tensas en lo alto
se van los restos del navío más
sedosos que un sueño de violero,
donde ocurrieron las grandes acciones de guerra
blanquea ya la quijada de asno,
y el mar en torno hace rodar su rumor de cráneos
sobre las playas,
y que todas las cosas del mundo sean vanas para él,
es lo que una tarde, al borde del mundo, nos
contaron
las milicias del viento en las arenas del exilio...”
Sabiduría de la espuma, ¡oh pestilencias
del espíritu en la crepitación
de la sal y la leche de cal viva!
De las servicias del alma, una ciencia me cae
en suerte... ¡El viento nos cuenta sus
piraterías, el viento nos cuenta sus errores!
Como el jinete, con la cuerda al puño,
a la entrada del desierto,
espío en el más vasto anfiteatro
el lanzamiento de los signos más faustos.
Y la mañana para nosotros lleva su dedo
de augur por entre santas escrituras.
¡El exilio no es de ayer! ¡El exilio
no es de ayer! ”Oh vestigios, oh premisas”,
dice el Extranjero en medio de las arenas, “todas
las cosas del mundo son nuevas para mí!...” Y
no le es menos ajeno el nacimiento de su canto.
III
“...Siempre hubo este clamor, siempre
hubo este esplendor,
y como un alto hecho de armas en marcha por el
mundo, como un recuento de pueblos en éxodo,
como una fundación de imperios por tumulto
pretoriano, ¡ah!, como una hinchazón
de labios sobre el nacimiento de los grandes
Libros,
esta gran cosa sorda por el mundo, que se acrecienta
de súbito como una embriaguez.
“...Siempre hubo este clamor, siempre
hubo esta grandeza,
Esta cosa errante por el mundo, este alto trance
por el mundo, y sobre todas las playas de este
mundo, proferida por el mismo aliento, la misma
ola profiriendo
una sola y larga frase sin cesura por siempre
incomprensible...
“...Siempre hubo este clamor, siempre
hubo este furor,
y esta alta resaca en el colmo del acceso, siempre,
en la cima del deseo, la misma gaviota sobre
su ala, la misma gaviota sobre su área,
reuniendo en su batir de alas las estrofas del
exilio, y sobre todas las playas de este mundo,
proferida por el mismo aliento, la misma queja
sin medida
persiguiendo por las arenas a mi alma númida...”
Te conozco, ¡oh monstruo! Henos aquí de
nuevo cara a cara. Reanudamos este largo debate
en el punto en que lo dejamos.
Y puedes lanzar tus argumentos como hocicos bajos
sobre el agua: no te dejaré pausa ni respiro.
Sobre demasiadas playas visitadas fueron lavadas
las huellas de mis pasos antes del alba, sobre
demasiados lechos abandonados fue mi alma entregada
al cáncer del silencio.
¿Qué más quieres de mí,
oh soplo original? Y tú ¿qué más
piensas hacer salir de mis labios vivos,
oh fuerza errante sobre mi umbral, oh Mendiga
en nuestros caminos y tras las huellas del Pródigo?
El viento nos cuenta su vejez, el viento nos
cuenta su juventud... ¡Honra, oh Príncipe,
tu exilio!
Y de pronto todo es para mí fuerza y presencia,
allí donde sigue humeando el tema de la
nada.
“... Más alto, cada noche, este
clamor silencioso sobre mi umbral, más
alto, cada noche, este ascenso de siglos bajo
la escama.
¡Y, sobre todas las playas de este mundo,
un yambo más bravío que alimentar
con mi ser!...
Tanta altura no acabará con la orilla
cortada a pico de tu umbral, ¡oh Esgrimidor
de espadas en la aurora,
Oh Manipulador de águilas por sus ángulos,
y Nutridor de las muchachas más agrias
bajo la pluma de hierro!
¡Toda cosa que nace se horripila en el
oriente del mundo, toda carne naciente exulta
a las primeras luces del día!
Y he aquí que se alza un rumor más
vasto por el mundo, como una insurrección
del alma...
No callarás, clamor, hasta que no me haya
despojado en las arenas de toda obediencia humana.
(¿Quién sabe aún el lugar
de mi nacimiento?)”
V
“...Como el que se desnuda a la vista
del mar, como el que se levantó para honrar
la primera brisa de tierra (y he aquí que
su frente ha crecido bajo el casco),
con las manos más desnudas que cuando
nací y los labios más libres, con
el oído atento a esos arrecifes de coral
donde yace el lamento de otra edad,
heme aquí restituido a mi orilla natal...
No hay más historia que la del alma, no
hay más holgura que la del alma.
Con el aquenio, el anofeles, con los rastrojos
y las arenas, con las cosas más frágiles,
con las cosas más vanas, la cosa simple,
esta cosa simple, la cosa simple que está ahí,
en el declinar del día...
Sobre esqueletos de aves enanas se va la infancia
de este día, con vestido de las islas,
y más ligera que la infancia sobre sus
huesos huecos de gaviota, de golondrina de mar,
la brisa hechiza a las aguas niñas con
vestido de escamas para las islas...
¡Oh arenas, oh resinas! ¡El élitro
púrpura del destino en una gran fijeza
de la mirada! Y en el anfiteatro sin violencia,
el exilio y sus llaves puras, el día atravesado
por una espina verde como un pez de las islas...
El mediodía canta: ¡oh tristeza!...
Y la maravilla se anuncia con este grito: ¡oh
maravilla! Y no basta con reír bajo las
lágrimas...
¿Pero qué es eso, oh, qué es
lo que de pronto falta en todas las cosas?
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