SUMARIO
Saint-John Perse
Anabasis
Crónica
Exilio
Nieves
Lluvias
Canto para un equinoccio
Nocturno
Frescores
Entrevista a
William Faulkner (I)
Entrevista a
William Faulkner (II)
Socios de Honor
Agenda
Descargar nº 119
en PDF

SAINT-JOHN PERSE

Guadalupe (Colonia francesa), 1902

EXILIO

II

A ninguna ribera dedicado, a ninguna página confiado el inicio puro de este canto...
Otros se cogen, en los templos, del cuerno pintado de los altares:
¡Mi gloria está en las arenas! ¡Mi gloria está en las arenas!... Y no es caer en error, oh Peregrino,
el codiciar el área más desnuda para reunir en las sirtes del exilio un gran poema nacido de nada, un gran poema hecho de nada...
¡Silbad, oh hondas por el mundo, cantad, oh caracolas sobre las aguas!
Fundé sobre el abismo y la neblina y la humareda de las arenas. Me tenderé en los aljibes y en los huecos navíos,
en todos los lugares vanos y desabridos donde yace el sabor de la grandeza.

“...Menos brisas lisonjeaban a la familia de los Julios; menos alianzas asistían a las grandes castas sacerdotales.
Donde se van las arenas hacia su canto, se van los Príncipes del exilio,
donde estuvieron las velas tensas en lo alto se van los restos del navío más sedosos que un sueño de violero,
donde ocurrieron las grandes acciones de guerra blanquea ya la quijada de asno,
y el mar en torno hace rodar su rumor de cráneos sobre las playas,
y que todas las cosas del mundo sean vanas para él, es lo que una tarde, al borde del mundo, nos contaron
las milicias del viento en las arenas del exilio...”

Sabiduría de la espuma, ¡oh pestilencias del espíritu en la crepitación de la sal y la leche de cal viva!
De las servicias del alma, una ciencia me cae en suerte... ¡El viento nos cuenta sus piraterías, el viento nos cuenta sus errores!
Como el jinete, con la cuerda al puño, a la entrada del desierto,
espío en el más vasto anfiteatro el lanzamiento de los signos más faustos.
Y la mañana para nosotros lleva su dedo de augur por entre santas escrituras.
¡El exilio no es de ayer! ¡El exilio no es de ayer! ”Oh vestigios, oh premisas”,
dice el Extranjero en medio de las arenas, “todas las cosas del mundo son nuevas para mí!...” Y no le es menos ajeno el nacimiento de su canto.

III

“...Siempre hubo este clamor, siempre hubo este esplendor,
y como un alto hecho de armas en marcha por el mundo, como un recuento de pueblos en éxodo, como una fundación de imperios por tumulto pretoriano, ¡ah!, como una hinchazón de labios sobre el nacimiento de los grandes Libros,
esta gran cosa sorda por el mundo, que se acrecienta de súbito como una embriaguez.

“...Siempre hubo este clamor, siempre hubo esta grandeza,
Esta cosa errante por el mundo, este alto trance por el mundo, y sobre todas las playas de este mundo, proferida por el mismo aliento, la misma ola profiriendo
una sola y larga frase sin cesura por siempre incomprensible...

“...Siempre hubo este clamor, siempre hubo este furor,
y esta alta resaca en el colmo del acceso, siempre, en la cima del deseo, la misma gaviota sobre su ala, la misma gaviota sobre su área, reuniendo en su batir de alas las estrofas del exilio, y sobre todas las playas de este mundo, proferida por el mismo aliento, la misma queja sin medida
persiguiendo por las arenas a mi alma númida...”

Te conozco, ¡oh monstruo! Henos aquí de nuevo cara a cara. Reanudamos este largo debate en el punto en que lo dejamos.
Y puedes lanzar tus argumentos como hocicos bajos sobre el agua: no te dejaré pausa ni respiro.
Sobre demasiadas playas visitadas fueron lavadas las huellas de mis pasos antes del alba, sobre demasiados lechos abandonados fue mi alma entregada al cáncer del silencio.
¿Qué más quieres de mí, oh soplo original? Y tú ¿qué más piensas hacer salir de mis labios vivos,
oh fuerza errante sobre mi umbral, oh Mendiga en nuestros caminos y tras las huellas del Pródigo?
El viento nos cuenta su vejez, el viento nos cuenta su juventud... ¡Honra, oh Príncipe, tu exilio!
Y de pronto todo es para mí fuerza y presencia, allí donde sigue humeando el tema de la nada.
“... Más alto, cada noche, este clamor silencioso sobre mi umbral, más alto, cada noche, este ascenso de siglos bajo la escama.
¡Y, sobre todas las playas de este mundo, un yambo más bravío que alimentar con mi ser!...
Tanta altura no acabará con la orilla cortada a pico de tu umbral, ¡oh Esgrimidor de espadas en la aurora,
Oh Manipulador de águilas por sus ángulos, y Nutridor de las muchachas más agrias bajo la pluma de hierro!
¡Toda cosa que nace se horripila en el oriente del mundo, toda carne naciente exulta a las primeras luces del día!
Y he aquí que se alza un rumor más vasto por el mundo, como una insurrección del alma...
No callarás, clamor, hasta que no me haya despojado en las arenas de toda obediencia humana. (¿Quién sabe aún el lugar de mi nacimiento?)”

V

“...Como el que se desnuda a la vista del mar, como el que se levantó para honrar la primera brisa de tierra (y he aquí que su frente ha crecido bajo el casco),
con las manos más desnudas que cuando nací y los labios más libres, con el oído atento a esos arrecifes de coral donde yace el lamento de otra edad,
heme aquí restituido a mi orilla natal... No hay más historia que la del alma, no hay más holgura que la del alma.
Con el aquenio, el anofeles, con los rastrojos y las arenas, con las cosas más frágiles, con las cosas más vanas, la cosa simple, esta cosa simple, la cosa simple que está ahí, en el declinar del día...
Sobre esqueletos de aves enanas se va la infancia de este día, con vestido de las islas, y más ligera que la infancia sobre sus huesos huecos de gaviota, de golondrina de mar, la brisa hechiza a las aguas niñas con vestido de escamas para las islas...
¡Oh arenas, oh resinas! ¡El élitro púrpura del destino en una gran fijeza de la mirada! Y en el anfiteatro sin violencia, el exilio y sus llaves puras, el día atravesado por una espina verde como un pez de las islas...
El mediodía canta: ¡oh tristeza!... Y la maravilla se anuncia con este grito: ¡oh maravilla! Y no basta con reír bajo las lágrimas...
¿Pero qué es eso, oh, qué es lo que de pronto falta en todas las cosas?

 

 


D2424 (MOM)

Lo sé. Lo he visto. ¡Que nadie lo crea! -Y ya el día se espesa como leche.
El hastío busca su sombra en los reinos de Arsaces; y la tristeza errante lleva su sabor de euforbio por el mundo, el espacio donde viven las aves de presa cae en extrañas desherencias...
¡Quiera el sabio espiar el nacimiento de los cismas!... El cielo es un Sahel por donde va la azalaya en busca de sal gema.
Más de un siglo se vela en los desmayos de la historia.
Y el sol esconde sus hermosos sestercios en las arenas, cuando ascienden las sombras donde maduran las sentencias de la tormenta.
¡Oh presidios bajo el agua verde! Que una hierba ilustre bajo los mares nos hable otra vez del exilio... y el Poeta se aflige
por esas grandes hojas calcáreas, a flor de abismo, sobre zócalos submarinos: encaje en la máscara de la muerte.

.........................................................................

NIEVES

I

Y luego vinieron las nieves, las primeras nieves de la ausencia, sobre las anchas telas tejidas de sueño y realidad; y concedida a los hombres de memoria la remisión de toda pena, hubo un frescor de paños en nuestras sienes. Y hubo por la mañana, bajo la sal gris del alba, un poco antes de la hora sexta, como en un refugio improvisado, un lugar de gracia y de clemencia donde licenciar el enjambre de las grandes odas del silencio.

Y toda la noche, sin que nosotros lo supiéramos, bajo este alto hecho de pluma, portador de alto vestigio y carga de almas, las altas ciudades de piedra pómez horadadas de insectos luminosos no habían dejado de crecer y descollar en el olvido de su peso. Y sólo supieron algo de esto aquellos cuya memoria es incierta y cuyo relato es aberrante. La parte que tuvo el espíritu en estas cosas insignes, la ignoramos.

Nadie ha sorprendido, nadie ha conocido, en el más alto frente de piedra, el primer afloramiento de esta hora sedosa, el primer contacto de esta cosa frágil y sutilísima como un parpadeo. Sobre los revestimientos de bronce y sobre los ímpetus de acero cromado, sobre los sillares de sorda porcelana y sobre las tejas de vidrio grueso, sobre el cohete de mármol negro y sobre la espuela de metal blanco, nadie ha sorprendido, nadie ha mancillado

este vaho de un soplo en su nacimiento, como el primer trance de una hoja desenvainada... Nevaba, y he aquí que sobre esto diremos maravillas:

el alba muda en su pluma, como una gran lechuza fabulosa entregada a los soplos del espíritu, henchía su cuerpo de dalia blanca. Y por todas partes había para nosotros prodigio y fiesta. ¡Y que la salutación se halle sobre la faz de las terrazas, donde el Arquitecto, el verano pasado, nos mostró huevos de chotacabras!

II

Yo sé que navíos en peligro en toda esta freza pálida lanzan su mugido de bestias sordas contra la ceguera de los hombres y de los dioses; y toda la miseria del mundo llama al piloto en medio de los estuarios. Sé que en las cascadas de los grandes ríos, entre el cielo y la tierra, se anudan extrañas alianzas: blancas bodas de noctuidos, blancas fiestas de frigáneas. Y sobre las vastas estaciones ahumadas de alba como palmerales bajo cristal, la noche láctea engendra una fiesta de muérdago.

Y hay también esta sirena de las fábricas, un poco antes de la hora sexta y el relevo de la mañana, allá arriba, en aquella región de grandes lagos, donde los astilleros iluminados durante toda la noche tienden sobre la espaldera del cielo un alto em-parrado sideral: mil lámparas acariciadas por las cosas de seda cruda de la nieve... Grandes nácares en aumento, grandes nácares sin defecto, ¿meditan su respuesta en lo más profundo de las aguas? -¡oh, todas las cosas por renacer, oh vosotras, plena respuesta! ¡Y la visión por fin sin tacha y sin defecto!...

Nieva sobre los dioses de fundición y sobre las siderúrgicas azotadas por breves liturgias; sobre la escoria y la basura y el herbazal de los taludes: nieva sobre la fiebre y la herramienta de los hombres -nieve más fina que en el desierto el grano de cilantro, nieve más fresca que en abril la primera leche de los animales jóvenes... Nieva allá hacia el Oeste, sobre los silos y sobre los ranchos y sobre las vastas llanuras sin historia bajo la zancada de los postes; sobre el trazado de ciudades en proyecto y sobre la ceniza muerta de los campamentos levantados;

sobre las altas tierras sin roturar, infectadas de ácidos, y sobre las hordas de abetos negros enzarzados de águilas puntiagudas, como trofeos de guerra... ¿Qué decías, trampero, de tus dos manos licenciadas? Y sobre el hacha del pionero, ¿qué inquie-tante dulzura ha posado esta noche su mejilla?... Nieva, allende la cristiandad, sobre las zarzas más jóvenes y sobre los animales más nuevos. ¡Esposa del mundo es mi presencia!... Y en algún lugar del mundo, donde el silencio ilumina un sueño de alerce, la tristeza levanta su máscara de sirvienta.

JUVENTUD GRUPO CERO

Asóciate desde 10 euros al mes

91 758 19 40

NO DEBEMOS CALMAR EL HAMBRE NUNCA

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA