Enrique Molina
Argentina, 1910 |
EXAMEN DE LA LLUVIA
La corriente el astro la astucia de la lluvia hace girar sus
hélices descubre sus altares de travesía donde canta la
alquimia cuando pasa de pronto una confesión de tierras
y axilas oceánicas de fangos de piel de reverbero y de
saurio y alza su máscara de nubes y helechos en el centro
blanco del olvido
con el fulgor de la marea en el torso sudado del estibador en
la bodega del trópico y ese teclado irresistible de pájaros
que expanden su alcohol de fuga en todos sentidos
esos altos velámenes que silban en el día
¡esas gargantas y senos y espaldas con la miel de la noche
cuando se desnuda como una loca en la luz de todas sus
ventanas errantes para la belleza salvaje de la tierra!
¡Lluvias! Tensas como la geometría
verdes como la dicha de los bosques
buscadoras de muertos y de tesoros vagos
propalando el paisaje como un vicio del alma una droga
cuyo perfume enerva a las sirvientas insomnes de la
estación
que lavan cada hoja del instinto cada ademán cubierto de
pronto de aguas y balidos
cada rostro con la herida del cielo
donde fluye su aceite misterioso el tótem vivo de la tristeza
corazón de piragua
y de tan lejos la lámpara del hotel a través del follaje
y de tan lejos un halo de sábanas que se entreabren con una
pereza de sierpes de caricias
con un poderío de mulatas que emergen de la siesta
idiomas orgullosos espacios armados de gruesas flores
vagabundas
rememorando en suelos la manzana pálida de la
convalecencia
el humo tierno y pobre que exhalan los lugares taciturnos
de la memoria.

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Dylan Thomas
Reino Unido, 1914 |
DE LOS SUSPIROS ALGO NACE
De los suspiros algo nace
que no es la pena, porque la he abatido
antes de la agonía; el espíritu crece
olvida y llora:
algo nace, se prueba y sabe bueno,
todo no podía ser desilusión:
tiene que haber, Dios sea loado, una certeza,
si no de bien amar, al menos de no amar,
y esto es verdadero luego de la derrota permanente.
Después de esa lucha que los más débiles conocen,
hay algo más que muerte;
olvida los grandes sufrimientos o seca las heridas,
él sufrirá por mucho tiempo
porque no se arrepiente de abandonar una mujer que espera
por su soldado sucio con saliva de palabras
que derraman una sangre tan ácida.
Si eso bastase, bastaría para calmar el sufrimiento,
arrepentirse cuando se ha consumido
el gozo que en el sol me hizo feliz,
qué feliz fui mientras duró el gozar,
si bastara la vaguedad y las mentiras dulces fueran
suficiente,
las frases huecas podrían soportar todo el sufrimiento
y curarme de males.
Si eso bastase: hueso, sangre y nervio,
la mente retorcida, el lomo claramente formado,
que busca a tientas la sustancia bajo el plato del perro,
el hombre debería curarse de su mal.
Pues todo lo que existe para dar yo lo ofrezco:
unas migas, un granero y un cabestro.  Al regreso de Cuba de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 73x100 cm. |