SUMARIO
Editorial
Gloria Fuertes
No perdamos el tiempo
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Rafael Alberti
Sonetos corporales
Alejandra Pizarnik
Quien alumbra
Gioconda Belli
Incomunicados
Preguntas
Secreto de mujer
Gabriela Mistral
Noche de metales
Enrique Molina
El paso de los días
Fernando Pessoa
Si te quieres matar, ¿Por qué no te quieres matar?
En las plazas del porvenir -tal vez las mismas que las nuestras-
Carilda Oliver Labra
Palabras perdidas
Oliverio Girondo
Persuasión de los días
Aforismos
Adelanto de la "Antología Poética" de Miguel Oscar Menassa
Ahora harán conmigo el monumento al pene
 
Estudia psicoanálisis. Temporada 2018-2019

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RAFAEL ALBERTI

España, 1902

SONETOS CORPORALES

1

Lloraba recio, golpeando, oscuro,
las humanas paredes sin salida.
Para marcarlo de una sacudida,
lo esperaba la luz fuera del muro.
Grito en la entraña que lo hincó, futuro,
desventuradamente y resistida
por la misma cerdada, abierta herida
que ha de exponerlo al primer golpe duro.
¡Qué desconsolación y qué ventura!
Monstruo batido en sangre, descuajado
de la cueva carnal del sufrimiento.
Mama la luz y agótala, criatura,
tabícala en tu ser iluminado,
que mamas con la leche el pensamiento.

2

Asombro de la estrella ante el destello
de su cardada lumbre en alborozo.
Sueña el melocotón en que su bozo
al aire pueda amanecer cabello.
Atónito el limón y agriado el cuello,
sufre en la greña del membrillo mozo,
y no hay para la rosa mayor gozo
que ver sus piernas de espinado vello.
Ensombrecida entre las lajas, triste
de sufrirlas tan duras y tan solas,
lisas para el desnudo de sus manos,
ante el crinado mar que las embiste,
mira la adolescente por las olas
poblársele las ingles de vilanos.

3

Huele a sangre mezclada con espliego,
venida entre un olor de resplandores.
A sangre huelen las quemadas flores
y a súbito ciprés de sangre el fuego.
Del aire baja un repentino riego
de astro y sangre resueltos en olores,
y un tornado de aromas y colores
al mundo deja por la sangre ciego.
Fría y enferma y sin dormir y aullando,
desatada la fiebre va saltando,
como un temblor, por las terrazas solas.
Coagulada la luna en la cornisa,
mira la adolescente sin camisa
poblársele las ingles de amapolas.

4

Un papel desvelado en su blancura.
La hoja blanca de un álamo intachable.
El revés de un jazmín insobornable.
Una azucena virgen de escritura.
El albo viso de una córnea pura.
La piel del agua impúber e impecable.
El dorso de una estrella invulnerable
sobre lo opuesto a una paloma oscura.
Lo blanco a lo más blanco desafía.
Se asesinan de cal los carmesíes
y el pelo rubio de la luz es cano.
Nada se atreve a desdecir al día.
Mas todo se me mancha de alhelíes
por la movida nieve de una mano.

5

Nace en las ingles un calor callado,
como un rumor de espuma silencioso.
Su dura mimbre el tulipán precioso
dobla sin agua, vivo y agotado.
Crece en la sangre un desasosegado,
urgente pensamiento belicoso.
La exhausta flor perdida en su reposo
rompe su sueño en la raíz mojado.
Salta la tierra y de su entraña pierde
savia, venero y alameda verde.
Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.
La vida hiende vida en plena vida.
Y aunque la muerte gane la partida,
todo es un campo alegre de batalla.

 

ALEJANDRA PIZARNIK

Argentina, 1936

QUIEN ALUMBRA

Cuando me miras,
mis ojos son llaves,
el muro tiene secretos,
mi temor palabras, poemas.
Sólo tú haces de mí memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante.

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA