
LA MUERTE DEL CARNAVAL
Miguel Oscar Menassa
PVP: 12 € (89 págs.)
26 DE ENERO DE 1977, MADRID
Te amo, te amo y no me detendré.
Soy un buscador de oro.
Busco una pasión insostenible.
Una pasión que te vuelva loca.
Un color definitivo para tus ojos.
Esta vez te engañaré hasta el final
tendrás que enamorarte de mi manera de escribir.
Perdona la palabra del poeta, él tampoco nos pertenece
su voz es la tormenta de nuestra voz
su canto es el estallido de nuestro canto.
El cuerpo del poeta
yace
a mil kilómetros de profundidad
es inalcanzable.
20 DE FEBRERO DE 1977, MADRID
Después de todo, me hace bien tu amor.
Prometo no hacer preguntas acerca de tu veracidad.
Tus cuidados, para con mi cuerpo,
mantienen mi piel joven y un cierto arrebato en mi mirada.
Te agradezco.
Sé, también,
que los movimientos de mi cuerpo se agilizan con tu amor
y mi rostro es el rostro de un dios frente a tu asombro.
Tus gritos al aire
¡oh! tus gritos al aire.
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QUERIDA:
A veces, tu egoísmo me parte el corazón y, sin embargo, sigo ambicionando esta maravillosa, a mi entender, conversación contigo, aunque para que eso sea posible, yo tenga que llegar al borde mismo de la soledad.
A veces, quiero decirte, te veo más obligada que apasionada. Como si nuestra conversación fuese un paso necesario, obligatorio para tu vida y no una terrible, tremenda decisión.
A pesar de haber clamado con todas tus fuerzas por una situación semejante a la que estamos construyendo, ahora, te pasa como si no pudieras soportar bien la cristalización de tus propios deseos.
Tu destino, antes de conocerme, estaba sellado.
Un día, después de muchos intentos, lograrías enamorarte de un hombre y ese mismo hombre, propiamente enamorado de vos, te mataría.
Quiero decirte que tú sabes que, de mí, puedes enamorarte sin temores. Soy el hombre que ha decidido no matar. Ahora, claro está, tú, para que nuestro amor sea posible, tienes que abandonar la idea de suicidarte entre mis brazos.
Salvados estos deseos absurdos de matarte y matarte, la conversación podría llegar hasta el mismo centro de la filosofía.
Quiero decirte que tendremos tiempo para todo.
Nos pasaremos dando vueltas alrededor de lo mismo durante largos años, hasta que un día la luz ilumine tus ojos y cierre los ojos de tu madre, mis ojos, para siempre.
Mis ojos, aquellos ojos inmensamente abiertos, escrutadores y felinos, ¿te imaginas? cerrados para siempre.
Para que tú puedas volar, querida, el universo se quedará sin una luz.
No blasfemes, mi amor, no blasfemes, contra esta virtud inmaculada que te ofrezco. Aprieta contra mis palabras tus últimas esperanzas. Vamos a saltar hacia adelante, hacia un futuro que el hombre en general, todavía, no puede.
Todo circula a velocidades más allá del sol. Un mundo donde todo retrocede, porque más allá, sólo el vacío negro del sol agonizando.
Un mundo, querida, donde todo el pasado se hace carne viviente, ¿te das cuenta? un mundo donde los viejos amores vengan constantemente a instalarse en nosotros, donde nos persiguen los viejos fantasmas, donde la vieja humanidad nos sobrecoge cada vez. Un mundo, querida, donde nadie podrá perder sus sentidos, porque los sentidos ya fueron perdidos.
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