FRANCISCO URONDO
Argentina, 1930 |
y la roja
y la negra
la terrible madrugada del que espera y acecha
se coloca al margen de esta vida
en el centro de sus sueños-dorados
por un abrurrimiento que nada soporta
por una rabia que no aguanta y se disimula
el tiempo se va
la vida escapa
y los proyectos han quedado intactos
es la rebelión traicionada o estéril
el itinerario hermético de los celulares
empezamos diciendo que no
y hemos terminado asintiendo
queríamos ir para allí
y nos hemos dejado llevar en un sentido totalmente opuesto
nos han tenido de aquí para allá
algunos prefieren quedarse al margen
y otros admiten la abyección
y todos
los volubles y los mártires
caen
sufren
miran sin remedio ese orden ajeno
este tiempo raro
sus vuelcos
sus caprichos
la hora ordenada
el derrumbe de los ídolos
que su propio resplandor pudo imponer
sufren desalentados o convencidos
el signo de nuestra américa de abajo
cobijan el amor o el odio
son aguerridos
blandos
pierden la pista
reencuentran un viejo gemido
crujen con la ciudad
soportan los enigmas de su tiempo
se desbarrancan con algunas ideas sin desenlace
la solidaridad grita y se defiende
entre las piernas ágiles de los alazanes
el fervor los sostiene
caminan toda la noche
y llegan al confín del puente donde ellos esperan

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La cueva del saber de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 60x50 cm.
los sables brillan sobre sus cabezas
era como el resplandor de una estrella
la que conducía al lugar preciso
donde nuestro-señor-jesucristo
había nacido
una muchacha fue pisoteada por un caballo
tuvo poca suerte
su piel nueva y tirante no fue tocada por la bondad de
el redentor
-sonia lejana
lugar incesante y quieto
en el rincón más secreto de la memoria
casi líquida
ausente
como ofelia en los últimos gestos-
fue enarbolado entre dos caballos
apuntan con una portátil
están cansados de caminar
y defenderse siempre en desventaja
un guardia pelirrojo galopa hacia el desaliento
un hombre abatido trata de huir sin convicción
y salta por los aires
como una inobjetable bailarina
como una cachiporra decidida y alegre
un winchester se escurre por la ventana
el delgado brazo de dulcinea
ha llamado a su amante
su boca suelta un escueto disparo
nadie puede insultar
y vuelven las miradas furtivas
de tu primera seducción
no te quedes allí
se agolpan demasiadas memorias
ceden los flancos prematuramente envejecidos
(sigue...) |