SUMARIO
Germán Pardo García
Fin de los trabajos de Herakles
Destrucción bajo el mar
Testimonios
Nocturno menor
Último sol sobre las cumbres
Dylan Thomas
Veo a los muchachos del verano
La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor
No entres dócilmente en esa noche quieta
Desde la primera fiebre del amor a su infortunio
Elegía
Donde una vez las aguas de tu rostro
Halla la carne sobre los huesos
De los suspiros
Sobre todo cuando el viento de octubre
Muertes y entrada
Poema de octubre
Si me hiciera cosquillas el roce del amor
Socios de Honor
Agenda
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DYLAN THOMAS

Gran Bretaña, 1914

HALLA LA CARNE
SOBRE LOS HUESOS

Halla la carne sobre los huesos que pronto estarán desnudos,
y bebe en los dos riscos de leche,
la más alegre médula y las heces
antes que los pechos de las damas sean harapos
y sus piernas girones.
No turbes, hijo mío, las mortajas
pero cuando las damas se vuelvan frías como piedras
cuelga de sus andrajos una rosa con cuernos.

Sublévate contra las ataduras de la luna
y el parlamento de los cielos,
los oficios de rey del mar maléfico,
la autocracia de la noche y el día,
la autarquía del sol.
Sublévate contra el hueso y la carne,
la orden de la sangre, la maliciosa piel,
y el gusano que no puede asesinar ningún hombre.

“La sed se me ha extinguido, se me ha apagado el hambre,
resquebrajado está mi corazón;
mi cara en el espejo es macilenta
mis labios se han marchitado a besos,
mis pechos están flacos.
Una alegre muchacha me tomó por un hombre,
hice que se tendiera para contarle su pecado
y puse a su costado una rosa con cuernos”.

El gusano al que ningún hombre puede matar
y el hombre al que no puede colgar ninguna soga
se sublevan contra el sueño de mi padre
que grita a la sucia arpía en la enramada de los cerdos rojizos
que se tienda a sus pies.

No puedo asesinar como un tonto
la luz del sol y la estación, la gracia, y la muchacha,
ni hacer más suave el dulce despertar.

La negra noche aún asiste a la luna
y sigue el cielo aplicando sus leyes,
el mar me habla con voz de rey,
la oscuridad y la luz no son enemigas
sino una sola compañera.
“¡Guerra a la araña y al reyezuelo!
¡Guerra al destino del hombre!
¡Muera el sol!”.
Antes que la muerte te prenda, oh, toma de vuelta todo esto.

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DE LOS SUSPIROS

De los suspiros algo nace
que no es la pena, porque la he abatido
antes de la agonía; el espíritu crece
olvida y llora:
algo nace, se prueba y sabe bueno,
todo no podía ser desilusión:
tiene que haber, Dios sea loado, una certeza,
si no de bien amar, al menos de no amar,
y esto es verdadero luego de la derrota permanente.

Después de esa lucha que los más débiles conocen,
hay algo más que muerte:
olvida los grandes sufrimientos o seca las heridas,
él sufrirá por mucho tiempo
porque no se arrepiente de abandonar una mujer que espera
por su soldado sucio con saliva de palabras
que derraman una sangre tan ácida.

Si eso bastase, bastaría para calmar el sufrimiento,
arrepentirse cuando se ha consumido
el gozo que en el sol me hizo feliz,
qué feliz fui mientras duró el gozar,
si bastara la vaguedad y las mentiras dulces fueran suficientes,
las frases huecas podrían soportar todo el sufrimiento
y curarme de males.

Si eso bastase: hueso, sangre y nervio,
la mente retorcida, el lomo claramente formado,
que busca a tientas la sustancia bajo el plato del perro,
el hombre debería curarse de su mal.
Pues todo lo que existe para dar yo lo ofrezco:
unas migas, un granero y un cabestro.

 

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D2413 de Miguel Oscar Menassa

SOBRE TODO CUANDO
EL VIENTO DE OCTUBRE

Sobre todo cuando el viento de octubre
el pelo me castiga con sus dedos de escarcha,
preso en el sol exasperante, marcho ardiendo
y tiro hacia la tierra un cangrejo de sombra,
a la orilla del mar, cuando oigo el alboroto de los pájaros
y oigo la tos del cuervo en los bastones del invierno,
mi atareado corazón que mientras habla tiembla
vierte el silabeo de su sangre y agota sus palabras.

Encerrado también en una torre de palabras
trazo en el horizonte que anda como los árboles
las siluetas verbales de mujeres, y las filas de niños
con sus gestos de estrella sobre el parque.
Algunas me permiten crearte de las hayas colmadas de
vocales,
otras de las voces del roble, o desde las raíces
de múltiples comarcas espinosas te cuentan sus memorias,
otras me permiten crearte con los sermones de las aguas.

Tras un tiesto de helechos, el reloj oscilante
pronuncia la palabra de la hora, el sentido del nervio,
vuela sobre el disco imantado, declama la mañana
y cuenta al huracán en la veleta.
Algunas me permiten crearte con los signos del prado;
la hierba señalera que me relata todo lo que sé
traspasa el ojo con el invierno lleno de gusanos.
Algunas me permiten contarte los pecados del cuervo.

Sobre todo cuando el viento de octubre
(algunas me permiten crearte de hechizos otoñales
la de lenguas de araña y la colina resonante de Gales)
castiga a la tierra con puños como nabos
algunas me permiten hacerte de las palabras sin corazón.
El corazón quedó agotado, balbuceando en los remolinos
de la química sangre, advertido de la furia que avanza.
A la orilla del mar oye a los pájaros sombreados de vocales.

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MUERTES Y ENTRADAS

Casi sobre la víspera incendiaria
de varias muertes próximas,
cuando alguien ante los despojos de tu ser más amado
y desde siempre conocido, tengan que abandonar
los leones y fuegos de su aliento volátil,
quién entre tus amigos inmortales
elevaría los órganos del escrutado polvo
para lanzar y cantar tu alabanza,
el que más hondo la invocara poseerá su paz
que no puede hundirse o acabar
sin fin ante su herida
en los muchos destructores pesares conyugales de Londres.

Casi sobre la víspera incendiaria
cuando ante tus labios y tus llaves se abran
se cierren, se entrelacen los extraños asesinados,
alguien el más desconocido,
tu vecino como estrella polar, sol de distinta calle,
se ha de echar en sus lágrimas,
ha de bañar su lluviosa sangre en el mar viril
que por tu propio muerto se erizara
y arrollará su globo fuera de tu hebra de agua
y con todos los llantos
llenará las gargantas de las valvas
ya que la luz relampagueó primero en sus tonantes ojos.

Casi sobre la víspera incendiaria
de muertes y de entradas,
cuando cercano y extrañamente herido en las olas de Londres
hayas buscado tu solitaria tumba,
un enemigo entre muchos, que bien sabe
cómo es tu corazón de luminoso
en la tiniebla vigilada temblando entre cuevas, cadenas y
cerrojos tirará de los rayos
para cerrar el sol, se hundirá, trepará por tus llaves sombrías
y agostará a los puntuales jinetes
hasta que aquel despojo amado
asome como el último Sansón de tu zodíaco.

 

125.001 ejemplares: NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA