MUTACIONES
DE LA REALIDAD
Rosa, oh pura contradicción, voluptuosidad de no ser
el sueño de nadie bajo tantos párpados
Rainer María Rilke
¿De modo que la piedra húmeda no contiene agua
y el reflejo en el vidrio no traslada la escena al medio del
[jardín?
¿que mi sombra no me precede ni me sigue sino que
[testimonia por la luz
y un hueso fosforescente no anda en busca de cenizas
[dispersas
para la fiesta de la resurrección?
Es posible, como todo prodigio al que deshojan las manos de la ley.
No niego la realidad sin más alcances y con menos fisuras
que una coraza férrea ciñendo las evaporaciones del sueño y de la noche
o una gota de lacre sellando la visión de abismos y paraísos que se entreabren
como un panel secreto
por obra de un error o de un conjuro.
Pero es sólo un deseo sedentario, como fijar la luna en cada puerta;
nada más que un intento de hacer retroceder esas vagas
[fronteras que cambian de lugar
-¿hacia dónde? ¿hacia cuándo?-
o emigran para siemrpe aspiradas de pronto por la fuga
[de la revelación impenetrable.
Sé que de todos modos la realidad es errante,
tan sospechosa y tan ambigua como mi propia anatomía.
Digo que también ella ha llegado hasta aquí a través de otro salto feroz en las tinieblas,
y guarda, como yo,
nostalgias y temores de faunas y de floras
como aquellas que trasplantó Hieronymus Bosch desde
[los depósitos del caos,
adherencias de nubes sobre las cicatrices de las mutilaciones,
vértigos semejantes a un éxodo de estrellas
y raíces tan hondas que sacuden a veces los pilares de este aparente suelo
y atruenan, con su ronco reclamo de otro mundo.
Cautiva, como yo, con las constelaciones y la hormiga,
quizás en una esfera de cristal que atraviesa las almas,
la he visto reducirse hasta tomar la forma del ínfimo Jonás dentro de la ballena
o expandirse sin fin hacia la piel exhalando en un chorro
[de vapor todo el cielo:
el insoluble polizón a tientas en la sentina de lo desconocido
o la envolvente bestia a punto de estallar contra las alambradas de los limbos.
Y ni en la puerta exigua ni en la desmesurada estaba la salida.
Guardiana, como yo, de una máscara indescifrable del destino,
se viste de hechicera y transforma de un soplo las aves
[centellantes en legiones de ratas,
o pone a evaporar en sus marmitas todo el vino de ayer y
[el de mañana
hasta que sólo quedan en el fondo esas ásperas borras
[que acrecientan la sed
con su sabor de nunca o de nostalgia; |