SUMARIO
Editorial
Charles Bukowski
El corazón que ríe
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Germán Pardo García
Vitalidad del sueño
Du Fu
Escrito en el muro de la ermita de Chang
La aldea Oiang
Yannis Ritsos
Romiosini
Teresa Wilms Montt
Autodefinición
Belzebuth
Audre Lorde
Memorial
Aurora Estrada y Ayala
Un hombre que pasa
Gerardo Diego
Continuidad
Nicolás Guillén
Mujer nueva
Adelanto del libro
“ANTOLOGÍA POÉTICA”
de Miguel Oscar Menassa
Arráncame la vista amada
Aforismos
Agenda Grupo Cero

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Teresa Wilms Montt

Chile, 1893

AUTODEFINICIÓN

Soy Teresa Wilms Montt
y aunque nací cien años antes que tú,
mi vida no fue tan distinta a la tuya.
Yo también tuve el privilegio de ser mujer.
Es difícil ser mujer en este mundo.
Tú lo sabes mejor que nadie.
Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida.
Destilé mujer.
Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo.
Cuando me dieron la espalda, yo di la cara.
Cuando me dejaron sola, di compañía.
Cuando quisieron matarme, di vida.
Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad.
Cuando me amaban sin amor, yo di más amor.
Cuando trataron de callarme, grité.
Cuando me golpearon, contesté.
Fui crucificada, muerta y sepultada,
por mi familia y la sociedad.
Nací cien años antes que tú
sin embargo, te veo igual a mí.
Soy Teresa Wilms Montt,
y no soy apta para señoritas.

Un instante más de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x73 cm.


Llegada inminente de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x73 cm.

BELZEBUTH

Mi alma, celeste columna de humo, se eleva hacia
la bóveda azul.
Levantados en imploración mis brazos, forman la puerta
de alabastro de un templo.
Mis ojos extáticos, fijos en el misterio, son dos lámparas
de zafiro en cuyo fondo arde el amor divino.
Una sombra pasa eclipsando mi oración, es una sombra
de oro empenachado de llamas alocadas.
Sombra hermosa que sonríe oblicua, acariciando los sedosos
bucles de larga cabellera luminosa.
Es una sombra que mira con un mirar de abismo,
en cuyo borde se abren flores rojas de pecado.
Se llama Belzebuth, me lo ha susurrado en la cavidad
de la oreja, produciéndome calor y frío.
Se han helado mis labios.
Mi corazón se ha vuelto rojo de rubí y un ardor de fragua
me quema el pecho.
Belzebuth. Ha pasado Belzebuth, desviando mi oración
azul hacia la negrura aterciopelada de su alma rebelde.
Los pilares de mis brazos se han vuelto humanos, pierden
su forma vertical, extendiéndose con temblores de pasión.
Las lámparas de mis ojos destellan fulgores verdes
encendidos
de amor, culpables y queriendo ofrecerse a Dios; siguen
ansiosos la sombra de oro envuelta en el torbellino
refulgente
de fuego eterno.
Belzebuth, arcángel del mal, por qué turbar el alma
que se torna a Dios, el alma que había olvidado
las fantásticas
bellezas del pecado original.
Belzebuth, mi novio, mi perdición…

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA