SUMARIO
Editorial
Miguel Oscar Menassa
Adiós, pues
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Mujer y Poesía
María Chévez
Mujer americana
Hoy es un día interesante
Presencia de la Guerra
Buenos Aires, aún te amo
Avatares
Lucía Serrano
Lo que siento es amor
Fue en la cárcel
¡Oh Bestia!
Cura de humildad
Bestia Iluminada
Adelanto de la "Antología Poética" de Miguel Oscar Menassa
Jubilación
En el mismo momento
Aforismos
Convocatorias
Flamenco, Tango y Poesía
Estudia Psicoanálisis

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MUJER Y POESÍA

LUCÍA SERRANO

FUE EN LA CÁRCEL

Un mundo entero debajo de este mundo vivía entre las rejas,
sin brazos que salieran al sol para aumentar la apuesta.
Todo lo que sé, lo aprendí en la cárcel,
hasta perfeccioné el francés de años juveniles.
En ese pequeño mundo no existe como verdadero,
ni siquiera el color amarillo.
Destrozan lo poco de amor que se acerca a la celda.
Comprended que aquí no has venido por ser inocente,
y vamos hombre, ya mismo declárate culpable de algo,
y si no sabes inventa.
Sí, fue en la cárcel donde aprendí a inventar.
Todo tenía que suceder sin arrepentimientos, sin cuerpo,
y entre truenos y humo, la dinamita multiplicaba
lo posible incierto que jamás ocurrió.
Lo peor que viví fue en la cárcel.
Allí no hay almas limpias, blancos corazones,
estrellas que nos alumbren los pasos por venir.
Allí en la cárcel, el horizonte te queda lejos,
y después está el gendarme, con las manos vacías,
con la cabeza hueca, con un corazón artificial,
sus propios escombros lo acompañan.
Todo es gris en la cárcel.
Sí, recuerdo, fue en la cárcel donde perdí
el sentido de multiplicar y dividir.
Harapientos mendigos,
amantes de mínimos delitos que jamás cometieron.
A ver, a ver, ¿quién fue un asesino?
¿quién un ladrón a su juicio?
¿quién un perverso nacido de un vientre animal,
sin madre que sostenga su mirada?
Dios aparece entre todos sin ser visto y arma desórdenes
extremos.

 

 

Lujurias propias del goce.
Sí, fue en la cárcel, donde imaginé un laboratorio perfecto.
Hierros oxidados rezan por tener una sensibilidad vegetal,
y entre las penas impronunciables, todos son maricas,
y a los machos, que el padre nuestro los salve, o no los salve
nadie.
Sí, fue en la cárcel, que excitación te da el encierro
que no termina nunca.
Obreros de puertos sin barcos.
Bromas y carcajadas para una lágrima desconocida.
¡Che cabrón, no puedes violarte a esa niña porque es
mi hija!
Rataplán, rataplán, rataplán, las botas caminan como los
caballos,
y lo único que existe es el mal.
¿A ver a quién puedo joder hoy, a qué ingenuidad,
a qué esperanza, a qué mañana?
Hoy me violaré a una madre.
Para eso dios me ha hecho huérfano, él tiene completo
mi legajo,
él lo ha diseñado.
Hombre infantil, crees que diseñas tu destino,
pero él arma los escenarios para placeres que tú no te
imaginas.
Sí, recuerdo, fue en la cárcel donde conocí los milagros.
Allí se hizo presente la bruma del aire que tienen
los esclavos.
Todos los cerebros son huecos y se llenan con la basura
que recogen los basureros.
En vano te lavas la cara o la cabeza.
Nadie tiene sueños, todos son inventos.
Los grandes escritores nacieron en la cárcel,
rodeados del estiércol hicieron catedrales y bárbaros
monumentos.
Vivieron muertos.
¿No te parece acaso un desafío imposible de ser cierto?
Manchas en los baños almacenan los gestos del salvado,
y desfilan los hechos jamás vistos, jamás contados.
Un diseño para esquizofrénicos.
¿Y quién no estuvo preso?
Venganzas traman las horas que pasan,
y ninguna virtud se hace presente.
Todo es distancia, no hay cita, ni desdicha.
Todo es festín sin ninguna palabra. Todo sombra.
Todo madrugada.
Algún amor clavándose en las piedras rueda y se hace agua.
Gotas para gemidos impronunciables.
Al final todos son culpables, se terminan definitivamente
los valientes.
Y todo eso, fue en la cárcel.

Francisco Ortiz, ópera, de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 40x120 cm.
NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA