SUMARIO
Editorial
Johann Wolfgang von Goethe
Para el 25 de octubre de 1828
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Oliverio Girondo
Espantapájaros -12-
Espantapájaros -1-
Dicotomía incruenta
Trazumos
Calle de las sierpes
Giuseppe Ungaretti
¿Por qué?
Aniquilación
Johann Wolfgang von Goethe
Infinito
Calderón de la Barca
La vida es sueño. Fragmentos
Jornada primera. Escena II. Segismundo
Jornada segunda. Escena XIX. Segismundo
Adelanto de la "Antología Poética" de Miguel Oscar Menassa
Cumplir 61 años cuando estalla la guerra
Aforismos
Estudia psicoanálisis. Temporada 2018-2019

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OLIVERIO GIRONDO

Argentina, 1891

DICOTOMÍA INCRUENTA

Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.

Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.

Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.

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TRAZUMOS

Las vertientes las órbitas han perdido la tierra los espejos
los brazos los muertos las amarras
el olvido su máscara de tapir no vidente
el gusto el gusto el cauce sus engendros el humo cada dedo
las fluctuantes paredes donde amanece el vino las raíces
la frente todo canto rodado
su corola los muslos los tejidos los vasos el deseo los zumos
que fermenta la espera
las campanas las costas los trasueños los huéspedes
sus panales lo núbil las praderas las crines la lluvia las
pupilas
su fanal el destino
pero la luna intacta es un lago de senos que se bañan
tomados de la mano.


La tierra y sus fauces, de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 46x38 cm.

CALLE DE LAS SIERPES

A D. Ramón de la Serna

Una corriente de brazos y de espaldas
nos encauza
y nos hace desembocar
bajo los abanicos,
las pipas,
los anteojos enormes
colgados en medio de la calle;
únicos testimonios de una raza
desaparecida de gigantes.

Sentados al borde de las sillas,
cual si fueran a dar un brinco
y ponerse a bailar,
los parroquianos de los cafés
aplauden la actividad del camarero,
mientras los limpiabotas les lustran los zapatos
hasta que pueda leerse
el anuncio de la corrida del domingo.

Con sus caras de mascarón de proa,
el habano hace las veces de bauprés,
los hacendados penetran
en los despachos de bebidas,
a muletear los argumentos
como si entraran a matar;
y acodados en los mostradores,
que simulan barreras,
brindan a la concurrencia
el miura disecado
que asoma la cabeza en la pared.

Ceñidos en sus capas, como toreros,
los curas entran en las peluquerías
a afeitarse en cuatrocientos espejos a la vez,
y cuando salen a la calle
ya tienen una barba de tres días.

En los invernáculos
edificados por los círculos,
la pereza se da como en ninguna parte
y los socios la ingieren
con churros o con horchata,
para encallar en los sillones
sus abulias y sus laxitudes de fantoches.

Cada doscientos cuarenta y siete hombres,
trescientos doce curas
y doscientos noventa y tres soldados,
pasa una mujer.

 

Sevilla, abril, 1923

 

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA