JUAN L. ORTIZ
Argentina, 1896 |
SOBRE LOS MONTES
Sobre los montes un canto.
Un canto, solo, en la tarde.
¿Qué invisible ave nostálgica
llama? ¿Es el aire que canta?
¿O es la soledad infantil
pero profunda, que dice
a los cielos alejados
lo que el reflejo y el ritmo
del río, lo que las flores
agrestes, lo que los árboles
no pueden comunicar?
Sobre los montes un canto.
¡El silencio tan sensible,
con qué dulzura lejana,
melodiosa, se quiebra!
En su ruptura, la tarde
su tensión celeste afloja.
¿Qué silencio el de las aguas
ahora, y el arroyuelo
-temblor pudoroso entre
las altas hierbas- por qué
ha callado? ¿Es este canto,
entonces, la pura esencia
de esta soledad perdida
en sí misma, que pedía
a las aguas, a los pájaros,
a los follajes, a las flores,
la voz que necesitaba?
¡Qué dicha honda, si frágil,
que el anhelo musical
de tantas vidas secretas,
de tan mágicas presencias
como concierta el paisaje,
al fin encuentre su canto!
Un canto sobre los montes.
¡Un canto, sólo, en la tarde!


|

Paseando en el bosque, de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 80x80 cm.
VENÍA DE LAS COLINAS
Venía de las colinas celestes ya,
triste, en el aire triste de su vuelo vago.
La conocí y lloré dulcemente con sus ojos
sobre el agua lejana y baja y las islas profundas.
Pero la rosa del día no se iba sola esta vez por el río.
Sentimientos la seguían como velas fascinadas.
¿Por qué las dulces lágrimas entonces?
No sé. No sé. ¿Era que su silencio no encontraba
los otros silencios? ¿Era que su soledad no encontraba
las otras soledades?
Doliente acaso de estar únicamente en el aire, mirada sola
del cielo,
ella que puede ser otras miradas, ella que puede ser otro
lenguaje...
El lenguaje que se encontrará, que se volverá a encontrar,
de todos,
en el misterio amoroso de cada uno, por gracia de su misma
radiación...
¿O es que ella quería descender, humilde,
y estaba presa como en una suerte de música por su propia
esencia fluida,
ella que es también el espacio y la memoria del corazón,
infinitos y súbitos?
El espacio del corazón... ese sobre todo, este sobre todo,
de sombra pobre y olvidada en que se llama
desesperadamente a las puertas cerradas,
y no se oye todavía detrás de ellas, entre las ramas de la
noche,
su voz tenue y casi perdida en que murmura sin embargo
su respuesta todo el viento del mundo... |