UN CAMINO DE TIERRA
EN MEDIO DE LA TIERRA
Las ramas de luz atónita poblando innumerables veces
el área de tu frente asaltada por olas
Asfaltada de lumbre tejida de pelo tierno y de huellas
leves de fósiles de plantas delicadas
Ignorada del mundo bañando tus ojos y el rostro de
lava verde
¡Quién vive! apenas dormido vuelvo de más lejos a tu
encuentro de tinieblas a paso de chacal mostrándote
caracolas de espuma de cerveza y probables
edificaciones de nácar enfangado
Vivir bajo las algas
El sueño en la tormenta sirenas como relámpagos el
alba incierta un camino de tierra en medio de la tierra
y nubes de tierra y tu frente se levanta como un castillo
de nieve y apaga el alba y el día se enciende y vuelve
la noche y fasces de tu pelo se interponen y azotan
el rostro helado de la noche
Para sembrar el mar de luces moribundas
y que las plantas carnívoras no falten de alimento
Y crezcan ojos en las playas
Y las selvas despeinadas giman como gaviotas

Una figura perfecta, de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 73x50 cm.
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EL PLATO DE SOMBRERO
Nada
Ni la ausencia color de herrumbre
Luminosa en verano
Altamar azul en invierno
Soñada a tientas en la noche idéntica a fichas de amianto
A los polos de un abanico humeante
A las encrucijadas de una ciudad lacustre
Sobre pilotes de cuerno
Al tren que descarrila ya entrada la noche en las salinas
Al litoral bajo la avalancha
Nada
Ni la sombra amenazante que me sigue
Ni el silencio panoramas de arena
Ni los puñales de piedra de la sed
Ni los tigres que rugen la sangre
Ni los leones destripados ni los ciegos sodomitas
Ni los mojones arrancados tendidos en el musgo
Ni la casa antaño hechizada
Ni las iglesias desafectadas
Ni los cadáveres andando a pleno sol
Ni esta guerra de cien años
Con burdeles repletos de lianas y papel machacado
mientras arrojan sobre la noche grandes baldes de agua
Nada te digo
Ni ayer ni más tarde
Cuando trepabas por mi cuerpo hasta mi cabeza
Triturando los huesos de las últimas batallas
Con crepúsculos de nuevas mañanas
Amaestradas
Hasta cojear con el ala izquierda
La del corazón
Rodando en las olas de un sueño inmortal de madrépora
De esponja glacial sobre el rostro
De ebriedad de osífraga de huérfano nefasto
De nigromante de abuso de poder
De ilogismo de carbón blanqueado
De fuga enloquecida en la tormenta
Hasta dar la alerta
Hasta pedir merced
Pero nada...
Ni siquiera el olvido
A piedra y lodo magullado
Entre los dientes
Para siempre de tu ausencia
Oh techo cimerio

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