SUMARIO
Editorial
Stéphane Mallarmé
Angustia
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Germán Pardo García
Los crepúsculos del silencio (I)
Los crepúsculos del silencio (II)
Vicente Huidobro
El paso del retorno (I)
El paso del retorno (II)
Monumento al mar (I)
Monumento al mar (II)
Miguel Oscar Menassa
Adelanto del libro
"Antología Poética"
Soy el fino perfume de una tierra perfectamente helada
Somos el fruto maduro de una estación lejana
Socorro no puedo detener mis palabras
La patria del poeta
Balbucear
Frescores
Norma Menassa
El decadentismo (II)
Recital de Poesía
Día de la Mujer Trabajadora
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GERMÁN PARDO GARCÍA

Colombia, 1902

LOS CREPÚSCULOS DEL SILENCIO

Antes no preguntaba y mis sentidos
se orientaban hacia el universo
únicamente para escuchar y contemplar.
Oír fue la pasión inolvidable de mi espíritu
y sentí trasladarse a los sonidos más tenues y lejanos:
el girar de ruedecillas incógnitas en la mecánica celeste;
los movimientos de la raíz bajo la tierra
y la pulsación de la sangre en el turpial.

Oí crecer la dimensión gris de las nubes líquidas
y no hubo final de camino atmosférico donde yo no
estuviera,
esperando a la brisa que llegaba
llena de reminiscencias lacustres y de labios de mujeres.

A veces en mi casa donde agrupo
pequeñas cosas claves de mi alma,
sentí los ruidos huéspedes del hombre;
los llamamientos que hace la madera
para comunicarse con el mundo,
y las crepitaciones del aceite
sobre sus catafalcos de ceniza.
Los acentos que se oyen en la sombra
venir de más allá de las imágenes;
aquellas que me miran desde zonas
incrustadas en un lugar perdido.
Las palabras ausentes que perduran
adheridas al polvo de los muros,
y cuando estoy a solas se entreabren
como flores de niebla que me hablaran,
llamándome a un desértico país.

Otros días fue la tierra solitaria la que aceptó mi silencio,
escrito vagamente por mí sobre las formas,
mientras como un amante conocía
los sitios más ocultos de las selvas,
subyugándolas bajo mi cuerpo
con el equilibrio que dan las consumadas posesiones.

Amador desde un éxtasis yo jamás preguntaba.
Oír fue mi pasión, oír intensamente
los sonidos que el mundo distribuye
en la armonía universal semejante a sinfónico océano.

Los horizontes rojos como una gran combustión de cálices
se despedían de mi espíritu y alejábanse lentos.
Pude saber qué inagotables candelabros
iluminaban su ficticia arquitectura,
o abrir con una sola palabra sus pórticos de aire
y conocer los númenes
que guardan las entradas a la noche.
Sin embargo callé tantas veces como estrellas había.
Tal vez alguna de esas tardes hablé con las estrellas sin
saberlo
y todavía existe en mis palabras una modulación azul.


El valor de la vida de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x81 cm.

Enfrente a la acritud de un mar incitador, insinuante,
sembrado de peces perplejos y pólipos esquivos,
las espumas se abrían a mis pies como blancas lenguas
ávida de enlazar conmigo los diálogos latentes.
Callé otra vez hasta invadir con mi sigilo
la ansiedad del mar. Mis labios, frías conchas
avasalladas por corales herméticos,
presentían la sal que de los vasos
submarinos levántase y asciende
por canales de vidrio hasta los párpados,
para caer de allí sobre las aguas
y subir nuevamente hacia los ojos,
creando la dinámica de un llanto
sostenido por fuentes inauditas.

Oír fue mi pasión. Y yo solía entonces compararme
con la soledad de la cera expiatoria
al pie de los retablos de envejecido azufre.
O con esas mariposas sonámbulas, de suntuoso luto,
pegadas a las bóvedas cual oídos negros
que oyeran crecer musgos en pisos negativos;
desintegrarse rostros en los sueños
y desangrarse arterias ignoradas
a través de paredes sumergibles.

Fue así como estuve cerca de tantas cosas imaginarias
que aún son para el mundo como falsos islotes de oro.

(sigue...)
NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA