SUMARIO
Editorial
Miguel O. Menassa
Domingo 7 de octubre
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Olga Orozco
Desdoblamiento en máscara de todos
Grandes maniobras
Las muertes
Carilda Oliver Labra
Elegía en abril
Elegía
Gioconda Belli
Amor de frutas
Carmen Conde
Habla de sus hijos a Dios
Voz de la vieja Eva al sentirse en María
Ernestina de Champourcin
Instante
Cepo
Fuga
Gloria Fuertes
De la vida cotidiana
Va de capa caída
La secta de los mendigos
María Elena Walsh
La casa
Elizabeth Azcona Cranwell
De la era de piscis a la era de acuario
Alejandra Pizarnik
Solamente
Salta con la camisa en llamas
Sólo un nombre
Cenizas
Peregrinaje
Crepúsculo
Origen
Ella se desnuda en el paraíso
Federico García Lorca
Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros (Granada) en septiembre de 1931
Promoción especial para estudiar psicoanálisis
Curso 2011-2012
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CARMEN CONDE

España, 1907

HABLA DE SUS HIJOS A DIOS

Sé por qué le miras sin amor. A Caín rechazas
por semilla en tu Jardín sin Tú quererlo.
Nació Caín en yermo, pisó caminos agrios,
tomó desde mi vientre rencor, celos de Ti.
Criatura de tu ira, con ira te responde.
Temiendo tu violencia te busca la sonrisa
con frutos de la tierra, ¡a Ti que no la amas
porque es mi gran refugio, a donde traje al hombre!

Caín es la memoria del hálito maléfico
que me sopló la bestia para encolerizarte.
Un hijo que entre aves y zarzas sin espinas
cuajó en mi entraña nueva, en la primera entraña
para el hijo primero que el hombre dio ignorándolo.

No has de quererle Tú. Pero si no le quieres,
Caín será enemigo del que prefieras luego.
Y matará al hombre que, aunque su hermano sea,
alcance de tus ojos un mirar de ternura.

Le olvidas por ser mío, simiente del Edén...
Abel que es de la tierra te gusta, lo conozco.
Es fruto de las noches, que, amigos de la sombra,
el hombre y yo engendramos soñando tu Jardín.
¡Nostálgicos del Río, del resplandor magnífico
que repartía tu rostro, la suma de luceros!

Por ello tú le amas, porque Abel te contiene
en ansias de tu luz que es añoranza eterna.
Caín surgió a tus plantas, caliente de tu boca,
del Árbol que burlaba tu orden de exclusión...
Pero la muerte acecha. ¡Que el preferido llegue
al Árbol de la vida! ¿Requerirás, furtivo,
quitándole a la tierra su criatura
de abrojos y de cuevas, de terrores y luchas
hasta amistar sus ojos con las tardes de sol?

Caín lo sabe todo. Tiene zumos del Árbol
que calentó su brote cuando yo no sabía.
Caín es del Edén; su tristeza le envuelve
más dulce que la piel de cordero que viste.
Conoce que su hermano, el nacido en destierro,
no puede reprocharte que te guardes tu gloria.
Él dentro de sus tuétanos contiene sacudidas
que fueron las primeras que iniciaron las razas.

Tú odias a Caín, ¡y mantienes el Ángel
alrededor de aquello que a tu Abel salvaría!
Mantienes la justicia que vengará en mis hijos
aquella augusta hora de gorjeos transida,
cuando flotaba el musgo conmigo y con el hombre,
abandonados juntos a la corriente sabia
que sosegadamente nos revelaba todo.

 

Mazorca, espiga, tronco... Abel es un sembrado.
Caín caza sañudo. Caín devora a solas
mi dolor y el suyo, y el dolor del hombre.
Abel, pastor de nieves, siempre sueña y te busca...
¡Qué blanco pecho el suyo!

... ¡Qué frío lleva el cuchillo
Caín en su cintura!


Apariencia de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 50x50 cm.

VOZ DE LA VIEJA EVA AL SENTIRSE EN MARÍA

A Ella la llamas Ave, saludándola.
A mí llamaste Eva, que es lo mismo.
El Ave de María es terrenal morada tuya,
y yo fui lanzada de tu Huerto, acá a la tierra.

No perdonaste que engendrara hombre
a la que quitaras Tú del que fraguaste.
Y vienes a posar en cuerpo humano,
en virgen de mi propia descendencia.
¡Salvarnos con tu lumbre, por tu Hijo:
venirte Tú a entendernos, dialogando
por medio de la Voz que depositas
en cuerpo de mujer que es pura siempre!

Ignoras las miserias de los hombres.
Harán en tu Criatura su venganza.
La tierra no se olvida de que es tierra
maldita, como yo, por tu arrebato.
Tu Hijo, otro Abel, será vendido
por quien tu Ojo implacable airado mira.

Ave, Eva. Nombres de mujer en dos Edades.
Presencias de tu Ser. Pero María
jamás pecó, Señor. ¿Por qué la eliges
sufridora del drama sobrehumano?
¡No hay árbol de la ciencia,
no hay árbol de la vida para ella!

 

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA