SUMARIO
Editorial
Edgar Bayley
Es infinita esta riqueza abandonada
Notas de dirección
Carmen Salamanca
Miguel de Unamuno
Incidentes domésticos (III)
Veré por ti
En estas tardes pardas
Ni mártir ni verdugo
Vuelven a mí mis noches
En horas de insomnio
A mi buitre
Para matar el tiempo
Cancionero
Louis Aragon
El autor levanta la voz
Libros

Poesía y Psicoanálisis
(1971-1991)

La cosa de la carne (II)
Aforismos
Promoción especial para estudiar psicoanálisis
Curso 2011-2012
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MIGUEL DE UNAMUNO

España, 1864

INCIDENTES DOMÉSTICOS
[III]

Es de noche, en mi estudio.
Profunda soledad; oigo el latido
de mi pecho agitado
-es que se siente solo,
y es que se siente blanco de mi mente-
y oigo a la sangre
cuyo leve susurro
llena el silencio.
Diríase que cae el hilo líquido
de la clepsidra al fondo.
Aquí, de noche, solo, éste es mi estudio;
los libros callan;
mi lámpara de aceite
baña en lumbre de paz estas cuartillas,
lumbre cual de sagrario;
los libros callan;
de los poetas, pensadores, doctos,
los espíritus duermen;
y ello es como si en torno me rondase
cautelosa la muerte.
Me vuelvo a ratos para ver si acecha,
escudriño lo oscuro,
trato de descubrir entre las sombras
su sombra vaga,
pienso en la angina;
pienso en mi edad viril; de los cuarenta
pasé ha dos años.
Es una tentación dominadora
que aquí, en la soledad, es el silencio
quien me la asesta;
el silencio y las sombras.
Y me digo: “Tal vez cuando muy pronto
vengan para anunciarme
que me espera la cena,
encuentren aquí un cuerpo
pálido y frío
-la cosa que fui yo, éste que espera-,
como esos libros silencioso y yerto,
parada ya la sangre,
yeldándose en las venas,
el pecho silencioso
bajo la dulce luz del blando aceite,
lámpara funeraria.”
Tiemblo de terminar estos renglones
que no parezcan
extraño testamento,
más bien presentimiento misterioso
del allende sombrío,
dictados por el ansia
de vida eterna.
Los terminé y aún vivo.

Noche Vieja de 1906

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VERÉ POR TI

“Me desconozco” dices, mas mira, ten por cierto
que a conocerse empieza el hombre cuando clama
“me desconozco” y llora;
entonces a sus ojos el corazón abierto
descubre de su vida la verdadera trama;
entonces es su aurora.

No, nadie se conoce hasta que no le toca
la luz de un alma hermana que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina;
tus íntimos sentires florecen en mi boca,
tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
mira por mí y camina.

“Estoy ciega”, me dices; apóyate en mi brazo
y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
perdida en lo futuro:
veré por ti, confía; tu vista es este lazo
que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
de un caminar seguro.

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino
si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
te llevaré a la cumbre.

Y allí en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
verás cómo esta senda tras de nosotros, lejos,
se pierde en lontananza
y en ella de esta vida los míseros despojos,
y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
lo que es hoy esperanza.

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1 dibujo diario
1 cuadro semanal

 


El diluvio de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo de 100x73 cm.

EN ESTAS TARDES PARDAS

En estas tardes pardas,
mientras tardas las horas resbalando
van dejando tras sí huella de tedio,
el único remedio, ¡triste estrella!
tan desterrado al verse
es acogerse al golfo del recuerdo
de lo que nunca fue.
Es soñar un pasado venturoso,
¡hermoso sueño!
es con el sueño rehacer la vida
perdida ya.
Es volver a vivir del tiempo fuera,
en la esfera bendita
de la infinita libertad,
la de soñar que fue lo que no fuera.
No, no con Rosa, fue con Margarita,
y cerrando los ojos, ¡fácil cosa!
a la verdad,
a la verdad tiránica, intratable,
cuán dable es construir un nuevo nido
prendido allá en las nubes irisadas
que mece el aura de la eternidad.
¿Fue lo que fue? ¡Quién sabe...!
La nave surca el infinito océano,
y en sus cristales,
iguales todos,
no deja trazo de su errante surco
ni huella en su regazo.
No, no es sino ella,
la nave misma, sí, rápida o tarda,
la que guarda esas olas que pasaron,
olas que sólo fueron
sueños del mar.
¿No llevamos en esta nave acaso
lo que al paso soñamos
y en sueños sólo fue?
De la ilusión al viento va la vela
y la estela borrándose,
mas las olas, las brisas,
sonrisas de los mares y los cielos,
de anhelos llenan la desierta nave
que no sabe do va.
Y en su carrera, corta o larga,
esos anhelos son su carga:
lo que soñamos es nuestro tesoro,
nuestro caudal,
el oro de ilusiones que ganamos,
ricos en sueños,
y dueños sólo del ideal.
Recuerda, pues, o sueña tú, alma mía
-la fantasía es tu sustancia eterna-,
lo que no fue;
con tus figuraciones hazte fuerte,
que eso es vivir, y lo demás es muerte.

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NI MÁRTIR NI VERDUGO

Busco guerra en la paz, paz en la guerra;
el sosiego en la acción y en el sosiego
la acción que labra el soterraño fuego
que en sus entrañas bajo nieve encierra

nuestro pecho. Rodando por la tierra
al azar claro del destino ciego,
vida en el juego y en la vida juego
buscando voy. Pues nada más me aterra

que tener que ser águila o tortuga,
condenado a volar o bajo el yugo
del broquel propio a que no cabe fuga;

y pues a Dios entre una y otra plugo
dar a escoger a quien sudor enjuga
ni mártir quiero ser, ni ser verdugo.

 

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA