SUMARIO
Coloquio con Menassa (I)
Coloquio con Menassa (II)
Murmuraciones del poeta
28 aniversario
Alterada mi vejez por tu canto
Miguel Hernández
El niño yuntero
Aceituneros
Orillas de tu vientre
La boca
Llamo al toro de España
Elegía
Vecino de la muerte
Socios de Honor
Agenda
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MIGUEL OSCAR MENASSA
CANDIDATO AL PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2010

MURMURACIONES
DEL POETA

No sólo se vive de escribir poesía.
Una que otra mirada al destino siempre hace bien.

Darse cuenta que la cultura resucita sus muertos
contra lo que nace y, también, por las dudas.
Nací antes de tiempo,
lo que deseo me lo darán dentro de unos siglos.
Soy un poeta sin padre y sin madre.
Y no quiero ingresar en ninguna cultura,
porque fuera de mí, la cultura,
repite viejos vicios, canciones olvidadas, antiguas.

No sólo no les pasó el psicoanálisis,
tampoco les pasó la bomba atómica:
Hongo mutilador,
me deformo al compás de tus radiaciones
y, en esa mutación,
se transforma conmigo la Poesía.

Deformidad para Ella, también, la sublime.

Abro su pecho y en medio de su blancura estúpida,
hago estallar una canción de sangre
y de petróleo humedecido por el llanto de mil generaciones
y no habrá forma que soporte semejante grito.

¡Tengan cuidado las Academias!

¡Ha llegado el Poeta!

Y esta vez, el poeta, no es un niño desolado
que, solitario e indefenso, busca almas gemelas
y escribe poesías porque si no...
Esta vez el poeta tiene, claramente, odio en su mirada,
en su mirada tiene ejércitos, hombres, mujeres,
millones de palabras en cualquier dirección,
fuera de toda enciclopedia.

De noche,
tumultuosas estrellas como ideas se fragmentan por ser,
los sentimientos quedan arrinconados, maltrechos,
todo es grandeza.

Puma, Poeta de la Noche,
descifro mi propio epitafio:

murió porque murió,
era una alondra,
vestigios de una raza,
fue la piedra y el viento.
Sonora voz,
arpegios de lo humano entre los soles.

Soy no soy,
la triste flor que se derrama frente al fuego.
Fruto maduro, y sin embargo,
simiente poderosa.
Muero y me reproduzco y a la vez
danzo compases cósmicos,
-ruidos, como de bronces haciéndose pedazos-
perfiles del tiempo donde mi saber,
alcanza la dimensión de la carne:
ubre maligna, contagiada de las peores libertades
carne en la poesía
y en esa ráfaga sin dimensiones,
-primer vagido del hombre
contra su propia razón de matar,
contra su propia razón de vivir,
grito gutural y deforme,
contra la propia garganta de la muerte-
el Hombre a sus anchas no se deja medir.

Sin Dios,
combinando todas las palabras,
sin encontrarlo.
Librado a su propia suerte,
a caballo de la poesía sobre los sentidos,
buscando nuevos horizontes.

Y en el encuentro con lo nuevo,
la plenitud es el orden de todas las cosas,
porque lo nuevo, cuando tiene la presencia de ser,
calma la sed
y el hambre
y los deseos
y no se detiene
cuando se ensombrecen los rostros más bellos,
porque la belleza es su movimiento
y en ese devenir enloquecido, antes de envejecer,
deja su luz entre las sombras.

Esos días se descansa, se come pan,
se beben naranjas heladas y se sueña.

La Poesía esos días lo puede todo.

Emborracharnos de naranjas heladas
hasta que nuestro cuerpo,
tenga el color de los frutos maduros
y las piedras hablen
y las gaviotas se hundan silenciosamente en el mar.


Nocturno del hueco de Miguel Oscar Menassa.
Óleo sobre lienzo, 40x40 cm.

Y cuando lo nuevo es inasible, Poesía,
por haber tejido su ser entre tus mallas
y cuando las ambiciones de lo nuevo son infinitas
por haber surgido invisible de tu ser invisible,
deja, también, cuando desaparece,
-hombre y, a la vez, felino de la noche-
sobre tus vaporosas pieles
-de su paso deforme por la vida-
huella feroz,
indeleble desgarro multiforme en tu belleza única,
monstruosidad,
crecida al amparo de tus senos nevados,
fuera del alcance de tus límites,
silvestre y desmedido origen de mi canto:
tu piel,
arrancada de su lugar y, todavía,
bella.

28 ANIVERSARIO

Estuve por las noches de este mes de febrero
doblado por la angustia, congelado de miedo.
Nada pensaba, sólo sentía sórdidos rumores,
voces del tiempo, fragmentándose en la huída.

Leo mis versos con pasión, rompo mis versos.
Hago con mis versos un trapecio celeste y, ahora,
balanceos audaces de mi voz, violines del tiempo,
hacen de la carne y el cielo el mismo canto.

Al mismo tiempo que me muero, me digo,
no son tantos, veintiocho años, no son tantos,
hubo amores y guerras, más lejanas y ardientes.

Y eso que digo por decir, no me consuela, porque
hay un hombre en mí pidiendo más estrofas a mi canto.
Por eso estoy aquí, nadie lo dude, han pasado los años.

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ALTERADA MI VEJEZ POR TU CANTO

Alterada mi vejez por tu canto
recuerdos de tu cuerpo hablan por mí.
Antiguos matices de libertad,
algo en nosotros vibra de pasado.

Envuelto en delicadas hojas vírgenes,
en silenciosos pergaminos de la nada.
Te escribo al estilo de los grandes poetas:
fui para ti el más infernal de los amantes.

Nada en mí cantaba si no era por tu cuerpo
o partes de tu cuerpo o cuerpos de tus ojos,
eso cantaba en mí, amor, bajo tu canto.

Después caprichos y locuras se llevaron el alma.
El cuerpo enloquecido fue creciendo voraz y
nos comimos, en silencio, todas las palabras.

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