SUMARIO
Editorial
Gabriel Celaya
Educar
Notas de Dirección
Carmen Salamanca
Vladimir Maiakovski
La nube en pantalones (1)
La nube en pantalones (2)
La nube en pantalones (3)
La nube en pantalones (4)
La nube en pantalones (5)
La nube en pantalones (6)
Adelanto de la "Antología Poética" de Miguel Oscar Menassa
Sobre el amor
Aforismos
Estudia psicoanálisis. Temporada 2018-2019

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III

¿Qué sentido tiene todo esto?
¿De dónde aparece en la luminosa
alegría ese blandir los puños sucios?

Llegaste,
y tu desespero corrió sobre mi cabeza
una cortina que me evitó pensar en el manicomio.

Y
como en la tragedia de un acorazado
entre espasmos asfixiantes
los marineros se lanzan por la escotilla abierta:
a través de
mi ojo desgarrado hasta el grito
salía, enloquecido, Burliuk.
Casi ensangrentados sus sufridos párpados
salió,
se incorporó, se acercó
y con ternura inesperada en
un hombre grueso de pronto dijo: «¡Qué bueno!».

¡Qué bueno cuando una blusa amarilla protege
tu alma de las miradas ajenas! ¡Qué bueno
si cuando te lanzan a los dientes del patíbulo
alcanzas a gritar:
«Tomen cacao de Van Gutten»!

Y este segundo fuego de bengala, sonoro,
no lo cambiaría por nada ni por mi propio pico.

Y entre el humo de tabaco, como una copa de licor,
se alarga la cara abotagada-ebria de Severianin.

¿Cómo se atreve a llamarse poeta
y gorjear tan gris como una codorniz?
Hoy
hace falta
pegarle duro al cerebro del mundo con una manopla.

Usted
a quien inquieta este solo pensamiento

«¿bailo elegantemente?» mire cómo me divierto yo:
¡chulo de plaza y tahúr de naipes!

A ustedes
por el amor reblandecidos,
que durante siglos
sólo han vertido lágrimas,
los dejaré,
me pondré el sol de monóculo en el ojo bien abierto.

Y ataviado de este modo increíble iré por la tierra
para gustarles aunque los queme y atado a una cadenita,
abriéndome camino, pasearé a Napoleón como a un dogo
enano.

La tierra entera se tenderá como una mujer,
agitará sus carnes, ansiosa por entregarse.
Sus ropas cobrarán vida
y los labios de sus ropas
sisearán zalameros:
«¡Precioso, precioso, precioso!».

De pronto
los nubarrones
y todo lo demás nuboso
levanta en el cielo una gran agitación
como si obreros vestidos de blanco se dispersaran
tras declararle una airada huelga al cielo.
De detrás de una nube, un trueno, furioso,
salió y se sonó las narices desafiante.
El rostro del cielo se crispó por un segundo
con la mueca severa del férreo Bismark.

Y alguien
enredado en los lazos del cielo alargó
sus brazos a un café: de una manera algo femenina,
como tiernamente,
y también como la cureña de un cañón.

¿Usted piensa que el sol, tierno,
palmea la mejilla del café?
Pues no, es el general Galiffet
que va a fusilar a los rebeldes.

Sáquense, transeúntes,
las manos de los bolsillos:
cojan una piedra, un cuchillo, una bomba,
y si alguien no tiene manos
que venga a golpear con su frente.

¡Vayan los hambrientos, los sudorosos, los sumisos,
los podridos en lo pulgoso y sucio!
¡Vengan
los lunes y los martes,
coloreémoslos con sangre como los días feriados!
¡Que la tierra se acuerde al sentir
los cuchillos de aquellos que quiso ultrajar!
¡La tierra,
cebada como una amante
de las ya usadas por Rothschild!

Para que los estandartes restallen en el ardor de
la metralla como en cada fiesta
que se digne de serlo: levanten
a la altura de los faroles
los cuerpos ensangrentados de los tenderos.

Blasfemando,
implorando,
acuchillando,
pasando por sobre alguien,
para hundir sus dientes en el costado,

en el cielo, rojo como la marsellesa,
temblaba, palmándola, el crepúsculo.

La locura absoluta.
Pero no pasará nada.

Caerá la noche, morderá algo, y se lo tragará.

¿No ve
que el cielo vuelve a ofrecer como un Judas
un puñado de estrellas salpicadas de traición?

(sigue...)

NADIE, NUNCA, ME ALCANZARÁ, SOY LA POESÍA